El domingo saltó la liebre y el lunes se oficializó: el diputado Lluís Salvadó (ERC) sustituye a Damià Calvet (Junts) al frente del Puerto de Barcelona en el marco de la reestructuración del sottogoverno tras la ruptura de los dos principales partidos independentistas. El nombramiento, no exento de polémica, viene a confirmar los problemas de los republicanos para disponer de gente preparada, solvente y de confianza para la gestión de Cataluña. ¿De verdad no había mejor perfil que el de Salvadó?

No se cuestiona si Salvadó, ingeniero industrial y posgrado en dirección general de empresas, está “sobradamente preparado” –como defiende el Govern– para desempeñar el cargo, pero lleva a cuestas una mochila difícil de ocultar. Para empezar, está enjuiciado por su participación en la preparación del 1-O. ¿Necesita el Puerto la inestabilidad y el ruido que supone que su presidente esté en manos de un juez y pueda acabar inhabilitado?

Se da la circunstancia, sin embargo, de que este episodio judicial no es ni mucho menos el más polémico que arrastra Salvadó. Resulta que este señor fue quien, ante las supuestas dificultades de elegir a una mujer como responsable del Departamento de Educación, sugirió en su momento que se optase por la que tuviese “las tetas más gordas”. Cierto es que fue una grabación robada de una conversación privada, pero suficiente como para que no debiera trabajar como responsable público, al menos en la primera línea.

No deja de tener su gracia que el Govern de ERC, que entre muchas otras cosas se define como feminista y hace bandera de ello –incluso ha creado un Departamento de Igualdad y Feminismos–, elija para presidir el Puerto a alguien que ha dicho semejante barbaridad. No tiene defensa ninguna –y el PSC, otro que presume de feminista y defensor de la igualdad, y se sube a la ola de la duplicación de géneros en sus discursos para que todo el mundo se sienta incluido, se ha puesto de perfil–, pero parece que es lo que hay.

Sea como sea, Salvadó, que pasó 10 años por la empresa privada, seguirá pegado a la teta de la Administración –con un sueldo de más de 100.000 euros– o, como a él le gusta decir, a la mamella. Por cierto, en el primer día tras su nombramiento, el Puerto ha sufrido un escape de gas. Esperemos que no sea un mal presagio.