La infame entrevista que este domingo perpetró el director de TV3, Vicent Sanchis, a la líder de Ciudadanos (Cs) en Cataluña, Inés Arrimadas, tuvo un resultado inesperado: un vapuleo sin precedentes de la dirigente constitucionalista al curtido activista nacionalista.

Yo he sido muy crítico con Arrimadas --y con Cs en general-- en un pasado no muy lejano. Entendía que, con los años, habían perdido buena parte de la frescura y de la actitud desacomplejada que les caracterizó en sus inicios.

Cs atravesó una etapa dubitativa en Cataluña. Un error estratégico les llevó a suavizar su discurso crítico con el nacionalismo, a salir en busca de los votos catalanistas, a repetir algunos de los disparates del PSC, a aguar su oposición a la ilegal inmersión lingüística escolar obligatoria exclusivamente en catalán... en definitiva, a mezclarse con una parte del paisaje.

Sin embargo, el domingo Arrimadas hizo olvidar aquella fase especulativa. No sé si el desparpajo mostrado por la dirigente naranja en TV3 le dará votos o se los quitará (al fin y al cabo, entre los independentistas que boicotearon la entrevista y los constitucionalistas que huyen de la televisión de la Generalitat como de la peste, la audiencia no fue gran cosa). Pero no hay duda de que en Cataluña hace falta una opción política que replique sin complejos al nacionalismo.

De hecho, es más necesaria que nunca una opción política que no tenga miedo a denunciar en la propia televisión autonómica que esta miente, es extremadamente parcial y constituye una maquinaria de generación y difusión de conceptos nacionalistas; que no se acongoje a la hora de defender que los que quitan lazos amarillos tienen el mismo derecho a hacerlo que los que los ponen y que no se les puede atribuir ninguna responsabilidad en el clima de tensión que hay en Cataluña; que se atreva a decir alto y claro que no ir a visitar a la cárcel a los verdaderos culpables de la fractura social que padece Cataluña no es ningún rasgo de falta de humanidad; que no se amedrente al asegurar que son tan fascistas los que atacan a Catalunya Ràdio como los que atacan a Crónica Global --pese a que un sector del independentismo no lo condene--; que ose señalar públicamente la violencia de los CDR; y que apueste sin medias tintas por iniciar de nuevo el procedimiento previsto en el artículo 155 de la Constitución.

No son tiempos para paños calientes. El nacionalismo sigue amenazando día sí y día también con volver a intentar la secesión unilateral, con retomar la senda de la ilegalidad. Y no me refiero a los dirigentes más frikis --como el fugado de Waterloo, su vicario del Palau o el conspiranoico del patinete-- sino también a los que, según algunos ilusos, son la viva imagen del sentido común y la sensatez, esto es, Junqueras, Aragonès, Rovira, Tardà, Rufián y compañía.

Destacados opinadores independentistas echan en cara a Arrimadas que con su actitud de no dejar pasar ni una a Sanchis --exvicepresidente de Òmnium Cultural-- cerrara la puerta a intentar convencer a posibles votantes. Si el precio de captar nuevos electores es asumir el acomplejamiento de los terceristas, más le vale renunciar a ellos.