La agitada actualidad del país nos tiene tan acostumbrados a la desmesura, a los escándalos, incluso a las tormentas en vaso de agua, que hemos perdido la noción de la responsabilidad razonable que se puede exigir a un político. El desayuno diario de malas noticias, exageradas a menudo, sobre corrupción económica, administrativa, ética, incluso social nos despista tanto que a veces no vemos lo más tangible, lo que tenemos ante los ojos sin necesidad de intermediarios.

Esta es la situación que se produce en torno a Joan Ignasi Elena, conseller de Interior y responsable del tráfico en Cataluña. Ha tardado nueve meses en tomar medidas para paliar el caos circulatorio derivado del levantamiento de los peajes de las autopistas de titularidad estatal. Ha tenido que pasar la Semana Santa para dar los primeros pasos, y hasta que no le ha caído encima lo que el apocalíptico Santiago Niño Becerra ya ha bautizado como “el último verano” ha sido incapaz de poner en marcha mecanismos capaces de atenuar el desastre.

Decisiones como limitar la velocidad, restringir la circulación de camiones, implementar carriles adicionales o contratar grúas para evacuar los siniestros se podrían haber tomado el 1 de septiembre de 2021, o el fin de semana siguiente, cuando el país colapsó. Entonces, solo había felicitaciones por el fin del “expolio del Estado”, pero ni una sola vez en este tiempo han levantado el peaje de autopistas como la de Garraf, de titularidad autonómica, para aliviar los atascos.

En el primer semestre de 2022 se han producido 81 muertes en las carreteras catalanas, una menos que en el mismo periodo de 2019. La gran diferencia es que este año el 20% de ellas han tenido como escenario la AP-7, mientras que tres años atras apenas fue el 6%. La mayor parte de los accidentes mortales consisten ahora en colisiones posteriores, y el 50% de ellas tienen lugar en la AP-7.

Ante estas cifras tan elocuentes, a nuestro conseller solo se le ocurre felicitarse por los resultados de sus medidas y apelar a la prudencia de los conductores.

Como colofón, explica que producto de haber doblado el control de vehículos, los Mossos han triplicado sus denuncias: las multas por conducir con una tasa alcohólica superior a la permitida han aumentado el 14%; por haber consumido drogas, el 8%; por exceso de velocidad, el 150%; y por hacerlo sin carnet el 134%. O sea, que los culpables del incremento de la siniestralidad y de las colas son los automovilistas.

Su incapacidad no solo es obvia, sino ofensiva. Acostumbrado a echar las culpas a ese Estado al que dice no pertenecer, se confunde de escenario y trata a los ciudadanos como si fueran adversarios que le piden cuentas en el hemiciclo. Les envía un mensaje brutal: "Esto es lo que hay, majetes; a ver si conducís mejor". Por favor señor Elena, si no sabe hacerlo, dimita.