Miquel Iceta no será senador y, en consecuencia, tampoco podrá presidir el Senado y desarrollar la misión que el Gobierno le tenía encomendada. Él no lo ha dicho, pero es evidente que si antes rechazó la oferta ministerial de Pedro Sánchez, en esta ocasión tenía razones de peso para aceptar el encargo.
En un movimiento de difícil explicación, los partidos independentistas han competido entre sí para descalificar al primer secretario del PSC, al secretario general del PSOE y a todo aquel que se les ha pasado por la cabeza para justificar el atropello parlamentario que ha impedido a los socialistas catalanes renovar al representante del Parlament en el Senado que les correspondía. Un hecho insólito en las 29 votaciones que sobre este asunto ha hecho la cámara autonómica a lo largo de su historia.
No les falta razón a quienes han comparado lo ocurrido este jueves de mayo con los acontecimientos del 6 y 7 de septiembre de 2017, cuando la mayoría arrolló el reglamento interno, el Estatuto de autonomía y la Constitución ignorando el dictamen contrario de los servicios jurídicos de la propia cámara.
Aquellos hechos llevaron al 1-O, a la DUI y a la intervención de la autonomía, así como a la detención y procesamiento de una buena parte de los altos cargos institucionales del país.
Ellos sabrán por qué han actuado así. Quizá sea la carrera electoral y la competencia entre JxCat y ERC, atizada por la ANC, para ver quién gana la carrera antiespañola. Tal vez el instinto cainita de ir contra el único constitucionalista que ha hablado de indultos y de mayorías imperiosas del 65%.
Pero lo que resulta del todo incomprensible es el papel del Partido Popular y de Ciudadanos. Primero, porque efectivamente el Senado, donde los nacionalistas apenas tienen presencia, puede ser un espacio de diálogo entre las autonomías y la Administración central. Además, porque el PSOE demostró ser un partido de Estado cuando apoyó en esa misma institución la aplicación del artículo 155 sin que la mayoría absoluta del PP lo necesitara.
No basta con decir, como han dicho, que el trabajo sucio lo hacen los separatistas y que ellos solo hubieran cumplido con su obligación en caso de que el candidato tuviera posibilidades reales de salir elegido. Ciudadanos, el primer partido de la oposición, y los populares catalanes han sido cómplices de la alcaldada dirigida por Roger Torrent desde la presidencia del Parlament.
De haber votado con el candidato, como los Comunes y como el PSC hizo con el popular Xavier García Albiol y con la ciudadana Lorena Roldán, se habría producido un empate de 65 votos y se habría hecho más patente, si cabe, el atropello.
Si resultan incomprensibles las razones de fondo que han llevado a los soberanistas a romper las reglas parlamentarias, aún lo es más en el caso de los constitucionalistas. ¿Qué ganan haciendo de aliados del independentismo?
Se puede estar en desacuerdo en muchas cosas con Iceta, pero en ningún caso colaborar aunque sea de forma indirecta con fuerzas prisioneras de un antiparlamentarismo tan visible; con grupos que incuban un populismo tan peligroso.