De manera excepcional, y con motivo de la polémica originada por Gregorio Morán, me permito transcribir el mensaje de correo electrónico que me remitió ayer lunes y la respuesta que le envié horas después. Aunque el contencioso era de carácter privado, el hecho de que Morán difundiera públicamente su mensaje privado hace necesario completar toda la información para los lectores de Crónica Global.

El mensaje de Gregorio Morán

"Para Xavier Salvador. Director de "Crónica Global"

Mi artículo del último sábado de julio fue prohibido.

Me engañasteis al decirme que ese día no saldrían artículos de opinión y ahora me entero por ti que ni fue publicado ni lo será. En Cataluña hemos pasado de la dictablanda de Pujol a la de La Caixa y La Vanguardia del Conde de Godó. No hemos avanzado mucho salvo en desvergüenza. Es significativo que el artículo censurado se titule "De la miseria del gremio".

Se despide. GREGORIO MORÁN"

La misiva de respuesta

"Apreciado colega,

Acuso recibo de tu despedida de colaborador de Crónica Global. Como ha sucedido a tu alrededor en ocasiones anteriores, supongo que la siguiente fase es difundir que el motivo es una censura injustificada de Crónica Global a uno de tus artículos. Para nosotros dos, y para algún otro compañero de este medio que también conoce la verdad, quedará el relato de lo acontecido en términos reales y no de posverdad.

Compruebo Gregorio que tu mensaje de despedida apela a una falsa dignidad profesional para esconder la indignidad personal que supone quebrar un pacto entre colegas. Sólo tú y yo sabemos que eso ha sucedido. Cuando te incorporaste al medio que dirijo te concedí absoluta libertad para opinar semanalmente, cosa que has hecho en 42 consecutivas Sabatinas intempestivas. Te pedí, eso sí, que tras ser despedido de La Vanguardia no usaras tus columnas para llevar a cabo un ajuste de cuentas con tu antigua casa y sus propietarios, menos todavía al existir un contencioso laboral abierto. En el contrato suscrito para iniciar la relación firmaste una cláusula, la séptima para que puedas localizarla raudo, en la que se decía que el único límite a tu libre de expresión era que tus artículos no fueran “en detrimento de la imagen y reputación de la empresa [editora]”, en este caso de Crónica Global.

Cuál es mi sorpresa al conocer que, tras nuestra conversación telefónica del 23 de julio para intentar fijar una fecha de encuentro e informarte de la organización de la sección de opinión durante el verano --en la que te avanzo de que dos días después inicio mi descanso veraniego, el 27 de ese mes nos envías un artículo virulento contra tu antigua casa titulado De la miseria del gremio. Diríase, pero sólo debe ser cosa de malpensados-directores-censores, que aprovechabas mi ausencia vacacional para incumplir la única condición que este medio había impuesto a tu colaboración. Diríase que pretendías usar la columna para tus manejos personales en pleno litigio contraviniendo un pacto personal y una cláusula contractual. Por fortuna, mi equipo detectó la maniobra y decidí frenar esa publicación que debía haber visto la luz el último sábado de julio.

El artículo era un ajuste de cuentas periodísticamente navajero, una especie de resabiada respuesta a la vista judicial que habías tenido unos días antes y de la que, al parecer, no saliste muy satisfecho. No sólo irradiaba odio contra tu antigua casa y sus gestores, sino que estaba repleto de imprecisiones factuales, incluso históricas (como te aclaré en nuestro reciente almuerzo de finales de agosto), y de insultos y descalificaciones gratuitas contra personas (colegas tan respetables y dignos como tú o yo) que en su día decidieron que dejaras de escribir en aquel diario. No soy jurista, pero apostaría el importe que cobrabas por un sabatina a que, de haber sido denunciado, las posibilidades de éxito eran altísimas.

Puestos a mostrar tamaña dignidad periodística como se infiere del adiós que me has hecho llegar, comencemos por el principio: intentaste colarnos una bomba de neutrones dirigida contra el Grupo Godó con estío y alevosidad, poniendo en riesgo la reputación, la ética y la credibilidad de Crónica Global por una vendetta pendiente. Vendetta a la cual el medio y sus lectores somos ajenos. Que nos hayamos negado a publicarlo no es desvergüenza, como dices en tu mensaje de dimisión. Desvergüenza es ser desagradecido con el proyecto periodístico que te salvó del desempleo literario, dio visibilidad a tus opiniones y te ha cobijado el último año.

Con nosotros has podido escribir en absoluta libertad. No era difícil, sólo era necesario cumplir unos principios éticos, que también atañen a las estrellas y los divinos de la pluma. Ningún periodista de esta casa utiliza el medio para pasar cuentas con el casero que le sube el alquiler, ni con el vecino que hace ruido y fiestas nocturnas, ni con el taxista o aerolínea que le transporta, ni con la empresa que le despidió antes. Eso no sólo sería poco profesional, sería indigno para el periodismo libre que dices defender, pero que parece anclado en el chiste del viejo comunista que quiere colectivizar todo salvo su moto, porque, claro, es suya.

Dices que pasamos de la dictablanda de Pujol a la de La Vanguardia del Conde de Godó. Supongo que la referencia metafórica es un descargo para tu enigmático error. Respeto tu análisis, todos tenemos obsesiones y traumas, pero la afirmación es opinable. Concedes a ese grupo una relevancia hoy que ya nada tiene que ver con la que poseía en los años que pasaste viviendo de él. Lo que es indiscutible es que Crónica Global es el medio periodístico que más ha informado sobre esa empresa con tono crítico y fiscalizador. Más que ningún otro medio ha informado jamás, colega, así que lecciones de honorabilidad, las justas. Pero con datos, con información sobre sus ventas, la cuenta de resultados, los fracasos de algunas iniciativas que ha emprendido, las pugnas entre directivos alineados con los dos hombres de la familia que concentran el poder, las dos almas, la sucesión... Una consulta a nuestra hemeroteca digital te dará el tono. La diferencia, estimado Gregorio, es que nuestro trabajo sobre ese grupo no es revanchista, sino que busca el provecho general del lector: Grupo Godó es la primera empresa privada de comunicación de Cataluña, y eso tiene un interés indudable habida cuenta de la influencia política, social y económica que proyecta. En ningún caso nuestro trabajo ha estado o está guiado por cuentas pendientes con nadie. Y tú quisiste ser la excepción.

Lamento de manera profunda el incidente, porque cuando la obsesión no ha nublado tu producción intelectual algunos artículos eran de sumo interés. Ahora, lo dicho, a victimizarse, que cuando se acumula experiencia es todo un deporte, como bien saben los nacionalistas. Que hayas decidido cancelar unilateralmente nuestro contrato de colaboración no es más que el resultado de una pataleta infantil de alguien que se pasó de frenada y de la ausencia de argumentos para justificar la traición al pacto que establecimos. Cuando lo invoqué en conversación personal el pasado 29 de agosto en presencia de una tercera persona, tu rostro fue de lo más elocuente. No hacían falta más palabras.

Así que, aunque ambos nos ganemos la vida juntando palabras, la mejor siempre acostumbra a ser la que queda por decir o escribir. Y ésa, estimado Gregorio, la reservo por el momento.

Mis mejores deseos."

[PDF] La carta original remitida a Gregorio Morán

Coda: Por coherencia con la decisión adoptada en su día hemos decidido no publicar hoy tampoco el artículo objeto de la controversia. Es obvio que cualquiera de ustedes podrá localizarlo con facilidad en internet, ya que su autor lo difundió ayer mismo a través de diferentes canales en la red para justificar la supuesta censura de la que era objeto.