Twentytú planea abrir un hotel en L'Hospitalet
Minas Tirith en L'Hospitalet
"'Se alzará un muro gris de hoteles en la frontera de Barcelona, donde no llega la moratoria', predijo, en un auditorio en el que se encontraban dos centenares de personas, incluyendo al entonces concejal de Turismo de los comunes, Agustí Colom -quien hizo caso omiso a sus ideas-, y un servidor"
Crónica Global da cuenta hoy de otra cadena hotelera, la enésima, que deja Barcelona y busca refugio en L'Hospitalet de Llobregat. En este caso se trata de Brilten Inmobiliaria, la promotora que levantó el hostel high tech Twentytú en el distrito 22@ de Barcelona.
Pero es que antes fueron muchas otras, como easyHotel, Limehome, SB Hotels o Meininger, entre otras. Las marcas han buscado refugio en la vecina ciudad metropolitana ante la vigencia del plan hotelero restrictivo que rige en la capital catalana.
No es algo nuevo. En 2015, el consultor hotelero Juan Bóveda, de BurgMaster Hospitality, ya avisó en una charla en el Colegio de Economistas de Catalunya (CEC) que la primera moratoria hotelera desplazaría la demanda de inversión a L'Hospitalet.
"Se alzará un muro gris de hoteles en la frontera de Barcelona, donde no llega la moratoria", predijo, en un auditorio en el que se encontraban dos centenares de personas, incluyendo al entonces concejal de Turismo de los comunes, Agustí Colom -quien hizo caso omiso a sus ideas-, y un servidor.
Una década después, esa suerte de muro gris o Minas Tirith en L'Hospitatet se está consumando. No se ha levantado una divisoria completa como la ciudad vertical de la mítica Gondor que imaginó J.R.R Tolkien. Pero sí se vislumbran grúas y rascacielos en la frontera de Barcelona, como predijo Bóveda; ya hay retazos de aquel muro fronterizo que vaticinó.
El profesional se limitó a operar una predicción basada en la ley de la oferta y la demanda. El turismo no ha renunciado a venir a Barcelona porque ya no se puedan construir nuevos hoteles. Se ha desplazado a otras zonas para pernoctar, utilizando el transporte público si es preciso. En algún caso, desde zonas antaño tan poco turísticas como Collblanc.
En puridad, la moratoria fue un torpe intento de gobernar el turismo. La gobernanza vacacional es un concepto que concita un amplio consenso y ya nadie niega ahora, aunque con matices. Hay que domar la economía del visitante, o esta termina devorando un destino. Lo desdibuja.
Pero cuidado con la ejecución y las consecuencias. Porque el primer plan hotelero que levantó Ada Colau recibió un durísimo correctivo en los tribunales. Carecía de rigor. Lo mismo ocurrió con otras normas. Quizá hubiera sido positivo contar con el concurso del sector, máxime cuando parte del mismo es partidario de la calidad y el valor añadido.
En materia de efectos no previstos, qué duda cabe que el muro de hoteles que va tomando forma junto a Barcelona es otra derivada de la decisión. Por ende, no vale con pregonar solo las bondades de una medida política de este tipo a los cuatro vientos y no informar de las consecuencias menos deseables. Se trata de informar a la ciudadanía con la máxima precisión, porque habrá efectos adversos.
Ello, de hecho, debería ser una máxima no solo en materia turística, sino en el global del noble arte de la gestión pública. Porque a menudo, esta está demasiado contaminada por el triunfalismo y el cortoplacismo. Luego nos sorprendemos de que se alce un gran muro junto a Barcelona, y algunos pueden que, en efecto, han topado con una fortaleza mágica que no existe.