Unidad. Coordinación. Imagen de país con los objetivos claros. Eso es lo más poderoso que puede ofrecer Cataluña, después de los errores cometidos durante los últimos años. El president de la Generalitat, Salvador Illa, y el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, han proyectado esa idea en el viaje a México, en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara y en Ciudad de México. Los empresarios mexicanos y todos los interlocutores institucionales lo han destacado. Resulta que es la primera vez que reciben la visita conjunta de las dos figuras políticas más importantes de Cataluña.

El caso de la FIL de Guadalajara es excepcional. El independentismo y los agitadores en las redes han perdido hace tiempo el sentido de la realidad. Viven instalados en tópicos, en ensoñaciones, en construcciones mentales que repiten una y otra vez, y que hacen mella, porque muchos ciudadanos se dejan llevar y son incapaces de pensar con criterio propio.

Lo que ha sucedido en los últimos días en la ciudad mexicana debería ser motivo de orgullo colectivo, de cómo las instituciones, cuando trabajan para el bien común, pueden lograr grandes hitos. Todo comenzó en el Barcelona React 2022, las jornadas de reactivación económica que el Ayuntamiento de Barcelona puso en marcha tras la pandemia del Covid.

En una de las sesiones, sobre Barcelona como nexo económico con América Latina, estaba invitada Marisol Schulz, directora general de la FIL. Moderaba la mesa redonda Pau Solanilla, que era el responsable de la Comisión de Desarrollo del Ayuntamiento de Barcelona. Tras la sesión, hubo encuentros bilaterales. En uno de ellos, Jordi Valls, hoy teniente de alcalde de Economía, sugirió a Schulz que Barcelona podía ser invitada para alguna cuestión en la FIL. Y Solanilla tiró de ese hilo, en la misma reunión con Schulz, buscando algún encaje más concreto.

Los gestores socialistas en Barcelona han cultivado con eficacia el llamado impacto emocional que genera la capital catalana. Solanilla está convencido de que el poder de Barcelona en el mundo puede generar muchos proyectos de largo alcance.

Resulta que Marisol Schulz tiene orígenes familiares en España, republicanos valencianos que acabaron exiliados en México. Ella nunca ha dejado de lado esos contactos. Estuvo en la Transición en Barcelona. Alojó en su casa en Ciudad de México a figuras catalanistas del momento como Lluís Llach o Quico Pi de la Serra. Y ella misma se instaló en casa de Llach en Barcelona.

Schulz tomó la idea y buscó un encaje. No prometió nada concreto, pero señaló que Barcelona podría participar en 2026 o 2027. Y finalmente ha sido la ciudad invitada --algo que no suele pasar, porque la FIL invita a países, no a ciudades— en la feria de este 2025.

En los últimos dos años, el Ayuntamiento –que cuenta con un equipo de gobierno eficaz pero, sobre todo, con gerentes profesionales y altos funcionarios (a diferencia de la administración gastada, cansada y envejecida de la Generalitat, ante la desesperación del consejero de Presidencia, Albert Dalmau, que trata de ponerle remedio)— ha preparado con mimo la presencia de Barcelona en la FIL.

Y el resultado se podrá comprobar en los próximos años –frente a la extrema miopía, por no decir mala fe, del nacionalismo catalán más trasnochado— con traducciones al castellano de autores y autoras que escriben en catalán y que tendrán un mercado en Latinoamérica. 

El mundo está lleno de personas que pueden ser cómplices de Cataluña y de Barcelona. Otro ejemplo, nada menor. La consejera delegada de Penguin Random House, Núria Cabuti, lidera un equipo excepcional. Uno de sus integrantes es el CEO del grupo en América Latina, Javier López Llovet. Argentino, López Llovet es el nieto de Antoni López Llausàs, editor y fundador de la librería Catalònia, en la plaza Catalunya de Barcelona, hoy ya desaparecida. López Llausàs incorporó el catalán en la editorial Sudamericana, en Buenos Aires y fundó Edhasa, que hoy sigue a pleno rendimiento. ¿Ama Barcelona López Llovet? La lleva en la sangre y en su corazón.

Esa es la diplomacia que deben seguir impulsando Barcelona y las principales figuras políticas catalanas. La coordinación es vital, con papeles claros para cada administración. Y con la mente abierta y las cosas muy claritas. Barcelona, y el conjunto de Cataluña, ganan si detrás tienen un país como España. Si interiorizan que el castellano –el español para Latinoamérica, aunque hablan del "castellano" para referirse a los giros lingüísticos propios de la península— debe ser el motor que abra la puerta al catalán.

Se ha comprobado estos días en el pabellón de Barcelona en Guadalajara. Estudiantes, jóvenes, personas de todas las edades, entran en gran número y compran libros. Y los compran en castellano y en catalán. Y adquieren, también, libros de autores catalanes traducidos al castellano. Uno de ellos es El tiempo de las cerezas, de Montserrat Roig, aprovechando que es una de las autoras a las que se rinde homenaje en la FIL. Es un libro que explica en gran medida el modo de actuar de la clase media catalana del Eixample de Barcelona, y el papel de las mujeres.

Es la hora de seguir esa senda. De dejarse de complejos y mirar a Latinoamérica con respeto y orgullo. Y de que las instituciones caminen juntas, aprovechando los esfuerzos colectivos.

Porque lo sucedido, incluso en los mejores momentos, no fue en esa línea. Con los Juegos Olímpicos de 1992, con los que cambiaría para siempre Barcelona, la Generalitat no estuvo a la altura. Jordi Pujol puso obstáculos. No quería que el Gobierno central ni el Ayuntamiento de Pasqual Maragall capitalizaran los éxitos. Y permitió –como otras cosas más oscuras que ahora se intentan dilucidar en un juicio— que algunos de sus hijos hicieran el más absoluto ridículo –pero también daño— con aquella campaña infecta del Freedom for Catalonia. Lamentable.

Es el momento de ser adultos, de mirar con ojos abiertos al mundo. Y de pensar en personas como Marisol Schulz o Javier López Llovet, que estaban esperando, precisamente, actuaciones como las de Illa y Collboni.

Lo han sabido valorar los responsables del otro gran grupo editorial multinacional, el Grupo Planeta. En la fiesta organizada en Guadalajara, con más de 1.000 invitados, su presidente, José Crehueras, quiso mencionar a Illa y Collboni como los políticos que han dado estabilidad y trabajan con una perspectiva constructiva.