Este lunes, Salvador Illa mordió el anzuelo. Dio un voto de confianza a Òmnium Cultural, creyendo tal vez que en estos primeros meses de su magnánimo mandato había reducido a la nada el movimiento independentista. Pero a la vista está que se equivocaba. La ingenuidad del president resulta hasta entrañable. ¿Habrá aprendido la lección?

Para quien se lo haya perdido, Illa acudió a la entrega del 57 Premi d’Honor de les Lletres Catalanes, un acto organizado por Òmnium en el Palau de la Música. En algún lugar he leído que fue “a casa del enemigo”. Y, de repente, se vio envuelto en una orquesta que entonaba a capela el abracadabra nacionalista: “In, inde, independència”.

Entre quienes entonaron el cántico figuraban, a su lado, el presidente del Parlament, el indultado Josep Rull, con una sonrisa de malote de instituto sabiéndose un gamberrete al lado del presi; los expresidentes Pere Aragonès y Artur Mas, más de lo mismo, y otras figuras del independentismo político. Porque pasan los años, pero siguen las mismas caras. Y los coros los hacen en grupo, que es cuando se saben fuertes, en comunidad.

El caso más sangrante fue el del presidente de Òmnium, Xavier Antich –uno de tantos que han dicho que lo volverán a hacer–, siguiendo las acompasadas palmas al son de la “independencia” mientras miraba a un Illa incómodo… invitado por él mismo. Legítimo, sí, pero poco elegante. Ello, además, semanas después de adherirse al Pacte Nacional per la Llengua del Govern. Cuánto cinismo.

Una muestra más de que hay quienes no saben dónde están ni entienden de educación ni de saber estar. Pero, pese a todo, se les sigue haciendo caso y dando voz, con la esperanza de que van a cambiar. No cambiarán. Por muchas concesiones que se les hagan y buena voluntad que se le ponga.

No obstante, hay que reconocer algún brote verde, y este es el del conseller de Política Lingüística, Francesc Xavier Vila, cercano a ERC, al que no considero el más moderado, pero que sí supo estar a la altura en esa encerrona y pasó de los cánticos y las palmadas. Pensará lo que piense –es independentista reconocido–, pero asumió que, como representante del Govern, ese no era el foro para manifestarse.