El amo de la Moncloa ha vivido una de las semanas más aciagas de su carrera política debido a la divulgación en el diario El Mundo de unas informaciones de indudable valor periodístico. Se trata de la catarata de mensajes intercambiados por él con su exministro José Luis Ábalos. El filtrador es este último, mano derecha e izquierda durante largo tiempo del capo del país. Ábalos conserva en sus dispositivos personales varios años de chateos con Sánchez y con infinidad de camaradas del partido. El material encierra el potencial destructivo de una bomba nuclear.
Los whatsapps de marras retratan de cuerpo entero al presidente socialista y lo muestran como un ser autoritario con absoluta falta de empatía, propio de su abierto narcisismo. Sobrecoge descubrir el trato vejatorio, despreciativo, violento y de tintes mafiosos que dispensa a los barones regionales y a los propios ministros.
Los califica de “petardos", “pájaros”, “impresentables” e “hipócritas”, entre otras lindezas. Del vicepresidente Pablo Iglesias, a la sazón líder de Podemos, dice que es un “maltratador”. Pese a ello, no lo destituye de forma fulminante. Bien al contrario, lo mantuvo tan campante contra viento y marea por la poderosa razón de que necesitaba los votos de su partido.
Las comunicaciones con Ábalos exhiben un Sánchez al desnudo, sin el untuoso maquillaje habitual. Su tono atrabiliario y chulesco indica que no tolera la menor crítica ni disidencia. Persigue de forma implacable a sus rivales internos. Pretende un PSOE domeñado como una vulgar mascota hogareña. Y no se fía de nadie, comenzando por sus acólitos más cercanos.
Uno de los aspectos destacables de este infausto episodio nacional es el servilismo con que Margarita Robles, titular de Defensa, ha encajado los insultos. Alega que ocurrieron hace tiempo y que no se siente ofendida. Es una forma como otra de llamarse andana, con tal de no abandonar la poltrona y seguir chupando del bote del poder.
Sánchez es sin duda el político occidental que más se asemeja al ególatra Donald Trump, uno y otro dos embusteros compulsivos.
El okupa monclovita nada en un lodazal de porquería. El móvil de Ábalos delata, por ejemplo, la participación directa de Sánchez en el rescate de la tambaleante Air Europa. Fue muy oneroso para el Estado, con un coste de 475 millones. Ocurrió después de que Begoña Gómez, esposa de Sánchez, hablase con el consejero delegado de la aerolínea Javier Hidalgo y desatascara el trámite. Hidalgo, previamente, había financiado los negocios de dicha señora.
Para cubrirse las espaldas, Sánchez se lanza ahora en tromba a someter y malear los órganos de la Justicia. Esta misma semana, el Gobierno aprobó un magno anteproyecto para reformar la fiscalía. La propaganda oficial miente con descaro al decir que su objetivo cardinal reposa en “fortalecer la autonomía e independencia de los fiscales”. Es justo lo contrario de lo que pretende en realidad.
La palabrería grandilocuente no puede ocultar que el máximo beneficiario de tal modificación jurídica no es otro que el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, pues extendería su mandato durante un año más por arte de birlibirloque. Este ciudadano, jefe del ministerio público, está imputado en el Tribunal Supremo desde octubre, por un delito de revelación de secretos. Ello no le impide seguir aferrado al cargo como una lapa.
De forma paralela, el régimen sanchista está urdiendo un asalto sin precedentes a la carrera judicial, mediante la modificación del acceso a ella. Quiere incrementar hasta un 25% el cupo de quienes llegan a la profesión por el coladero del cuarto turno. Conseguiría, así, que uno de cada cuatro nuevos jueces ya no sean aspirantes que han ganado una dura oposición, sino simples enchufados a dedo.
Los futuros juzgadores devendrán algo parecido a los miembros del politizado y asilvestrado Tribunal Constitucional. Su mandamás Cándido Conde-Pumpido ha dado infinidad de pruebas de sumisión canina a Sánchez, su valedor y padrino. Ahora anda empeñado en ventilar a toda prisa el recurso de inconstitucionalidad por la concesión de la amnistía a Carles Puigdemont, Oriol Junqueras y otros políticos separatistas.
Nadie duda de cuál será la resolución de Pumpido. Pero por mucho que se empeñe, difícil es que llegue a perpetrar semejante fechoría. Varias instancias van a plantear cuestiones prejudiciales al Tribunal de Justicia de la UE, dado que amnistiar la malversación de caudales públicos cometida por los golpistas catalanes, vulnera radicalmente el derecho europeo.
Sánchez tiene más conchas que un galápago y la corrupción familiar que le envuelve alcanza récords inauditos. Desde que se restauró la democracia, nunca un mandatario de España sufrió a la vez la imputación de su mujer, su hermano, su fiscal general y su ex número dos. Ya se verá cómo evolucionan los acontecimientos. Lo único meridianamente claro es que Pedro Sánchez jamás va a dimitir. Y su banda de ministros y ministras, tampoco. Antes hundirse como el Titanic, que renunciar a sus privilegios y prebendas.