Plataforma per la Llengua es una de las entidades más extremistas que existen en Cataluña (quizás sólo igualada por Òmnium Cultural en cuanto a nivel de fanatismo). Su principal objetivo es “promover la lengua catalana como herramienta de cohesión social”. Sin duda, un objetivo muy loable.

Sin embargo, el problema radica en que tras ese planteamiento se esconde, en realidad, una persecución implacable contra quienes se atrevan a utilizar el castellano en cualquier ámbito de nuestra comunidad.

Entre los éxitos de Plataforma per la Llengua destacan acciones como el espionaje a niños en escuelas de Cataluña para comprobar si utilizaban principalmente el español y después exigir medidas al Govern para corregir esa situación, que la entidad considera inaceptable.

También son especialistas en campañas de denuncias masivas contra empresas que utilizan mayoritariamente el castellano en sus rótulos y comunicaciones con los clientes, que en muchas ocasiones terminan con multas de la Generalitat a los comercios señalados.

Plataforma per la Llengua es, además, un actor destacado en la caza de brujas contra los sanitarios que usan habitualmente el español.

Y, por supuesto, son unos férreos defensores de la inmersión lingüística obligatoria exclusivamente en catalán. Es decir, de que no se imparta ni una sola hora en español en las escuelas de la comunidad, a pesar de que los tribunales han decretado la ilegalidad del modelo.

Tal es la obsesión de Plataforma per la Llengua a la hora de perseguir a los catalanes castellanohablantes que incluso ha recurrido al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) la negativa de la justicia a permitirle presentarse como parte interesada en los procesos abiertos en relación al mínimo del 25% en castellano que exigen los tribunales.

Esta semana, la entidad radical hipersubvencionada ha celebrado la entrega de los premios Martí Gasull “a la ejemplaridad en la defensa de la lengua”. Una pequeña fiesta anual para destacar a los ultranacionalistas más destacados en el terreno de la lengua.

Por eso, sorprende especialmente la presencia del presidente de la Generalitat, el socialista Salvador Illa, en ese acto. Incluyendo foto de familia con las personalidades asistentes.

Y es que no se trataba de un evento en defensa del catalán. Sino de la gran gala anual de una entidad intolerante y sectaria que en cualquier democracia occidental estaría prohibida o, al menos, sancionada por promover el odio contra los catalanes castellanohablantes. Incluidos los niños.

Curiosamente, Plataforma per la Llengua ocultó en su extensa y detallada nota de prensa sobre el acto la presencia de Illa (al que situaron en la quinta o sexta fila del patio de butacas), lo que deja bien claro que no fue especialmente bienvenido.

¿De verdad le merece la pena al presidente de la Generalitat arrastrarse ante estos fanáticos en vez de atender las demandas de bilingüismo en las escuelas por parte de padres y tribunales?