Grant Dalton se marchó de Barcelona con la misma caradura de la que hizo gala durante toda la 37ª edición de la Copa América de vela. El consejero delegado prohibió a la Ciudad Condal que utilizara el logo de la competición para el concierto de clausura en el Paseo de Gracia, que reunió a Josep Carreras, Sara Baras y la Orquestra Simfònica de Barcelona (OBC) el 22 de octubre.
Siete días después, el pleno de Barcelona concedió la Medalla de Oro al mérito deportivo al Sail Team BCN, y nombró Amigo de la capital catalana a Dalton.
Esa distinción no gustó a todo el mundo. Desde el entorno del consistorio alertan de que el ejecutivo neozelandés "no hizo mérito alguno" para recibir el agasajo salvo, claro, organizar una competición de regatas que terminó aglutinando a un buen puñado de patrocinadores, y llenando sus propios bolsillos.
Algo insuficiente, según algunas opiniones, habida cuenta del legado que ha dejado la Copa América en la urbe. Como detalla hoy Albert Martínez, uno de los proyectos estrella, un gran balcón gastronómico en la zona del Puerto Olímpico, ha terminado en fracaso, tal y como vaticinó el Gremio de Restauración.
El resto de la dársena sí ha cambiado en positivo, aunque hay sombras en el terreno del coste. En el resto de la fachada marítima es como si la Copa jamás hubiera pasado por Barcelona. El Bus Náutico de Alsa es un sonoro fracaso, como explicó este medio, y hoteles y restaurantes apenas notaron el paso del trofeo. Véase el cacareado Time Out Market Barcelona, otro pinchazo mayúsculo.
Dicho de otra manera: las grandes obras de ciudad, aparte del Puerto Olímpico -cuya renovación se aceleró- han avanzado a su ritmo como si los seis equipos jamás se hubieran echado a la mar. Pero ahora resulta que la gran joya de la corona de la Copa, la marina olímpica, ve colapsar su pata de restauración. Solo queda el polo de economía azul.
Dalton vendió -se lo preguntamos in situ- en la presentación de la Copa en 2022 que la carrera aceleraría inversiones por valor de más de 100 millones en el Puerto de Barcelona y dársenas colindantes. Pero la sensación es que la gran cita desde los Juegos Olímpicos de 1992 significó apenas dar un poco de chapa y pintura a la zona litoral. Y si te he visto, no me acuerdo.
¿Qué programas quedarán para fomentar la vela en las escuelas de la ciudad? Tendrán entidad o serán anecdóticos? ¿Por qué el gran hombre del legado de la Copa, Ignasi Armengol, ha dimitido y ha buscado acomodo en el Circuit de Catalunya? ¿Es que no hay legado alguno que implementar?
Pregunten en la Barceloneta: ven que Dalton llegó al barrio a "enseñar a navegar a los españoles", cuando éstos "llevan cientos de años aventurándose a la mar, a la par, o antes incluso, que los neozelandeses".
Lo cierto es que Grant Dalton convenció, llegó, jugó y se fue por donde había venido. No queda absolutamente nada de lo que prometió. Más que un mecenas o un facilitador de inversiones, el kiwi universal pareció operar como un corsario. Y, bajo mi punto de vista, la Ciudad Condal no es ningún botín que profanar.