Es la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) quien ha puesto sobre la mesa nuevas previsiones macroeconómicas para España. Se crecerá el 3% este año que está a punto de concluir y se llegará al 2,3% en 2025.

No está nada mal que España alcance unas tasas de evolución del PIB del 3% cuando el promedio previsto para los países de la eurozona apenas será del 0,8%.

La generación de riqueza, de actividad productiva, hoy es sana. El sector exterior sigue aportando a buen ritmo gracias al enorme peso del turismo en el PIB. Crecen la exportaciones, pero también lo hacen las importaciones con lo que se neutraliza la mejoría de los negocios con el exterior. 

Que la economía crezca de manera saludable guarda relación con una evolución prevista de la demanda interna muy vigorosa. Es decir, los españoles consumimos a buen ritmo y gracias a un cúmulo de factores diversos (ahorro, salarios y ayudas europeas) esa tendencia no decaerá de forma inmediata.

Para quienes analizan la macroeconomía con la vista puesta en la demoscopia electoral también hay buenas noticias. El paro se acerca este año y el próximo a una tasa del 10% de la población activa que, a la vista de lo que sucede en algunos sectores de producción, podría considerarse cuasi de pleno empleo.

Los americanos hablan del pleno empleo cuando su tasa de desocupación se sitúa alrededor del 5% de la población con edad de trabajar. Consideran que los tránsitos entre empleos, las formaciones, los desplazamientos entre estados y otros factores son responsables de ese 5%. 

Habida cuenta de las singularidades del mercado laboral español, de la dificultad de las empresas para encontrar mano de obra en determinados sectores y de que en España el papel de la protección al desempleado con los seguros de cobertura al parado es muy importante, ese 10% al que nos aproximamos con velocidad podría considerarse una situación de virtual plena ocupación del país.

Vale la pena considerar, también, que la buena marcha general de la economía española presenta algunas disfunciones. El saldo neto de creación de empresas tiene momentos en los que se sitúa en negativo. O toda la bonanza es cosa de las grandes corporaciones o quizá se esté produciendo una selección natural de pymes que convendría analizar con detalle habida cuenta de su alta empleabilidad.

En cualquier caso, la situación da para alegrarse. Alemania sigue estancada y Francia al borde de una rebelión política con su seguridad social casi quebrada. Nos conviene muy poco que los aliados, socios y vecinos marchen regular, eso afecta a las compras que nos realizan y a los turistas que nos envían. Pero es de justicia compararse, de igual manera que hacemos cuando los resultados son otros, y admitir que a pesar de nuestra tradicional propensión al pesimismo, hoy España va bien.

Cosa distinta es analizar quién o quiénes son los responsables del buen tono, de las excelentes constantes vitales de nuestra economía. No hay partido gobernante que no haga suya la bonanza y atribuya a sus antecesores la recesión. Pero España ha conseguido concatenar buenas series históricas de desarrollo productivo con gobiernos conservadores y progresistas.

Como aconteció en Italia, la economía española parece ir por una autopista de muchos carriles mientras que la política, la justicia, los mass media avanzan por una vía forestal paralela y con un firme mucho más lento.

Con un crecimiento del 3% del PIB en ciernes echar una ojeada a las portadas de los diarios o los noticiarios genera contradicción. El paisaje sombrío de la situación publicada poco tiene que ver con la realidad del país, con sus gentes trabajadoras que colapsan carreteras y alojamientos al primer fin de semana largo que tienen opción.

No, el guerracivilismo de la política española resulta profundamente injusto con la verdad. El cainismo, por desgracia, se ha apoderado del relato público. Siempre nos queda el consuelo de que España va bien, muy a pesar de los españoles.