Dicen, con mucha razón, que la Historia la escriben los vencedores. Es lógico. Los que ganan, los que tienen el poder, tienen la capacidad, la influencia y los recursos para contar los hechos como creen que deben recordarse, aun siendo incompletos e imprecisos.

La frase tiene varios padres. Se le atribuye a más de un personaje histórico. Pero omite que los derrotados también pueden escribir su relato o modificar el de los vencedores, si estos muestran alguna debilidad, complejo o necesidad para ello. Como ocurre en Cataluña.

El PSC gobierna tras lograr sus mejores resultados, pero tiene menos apoyo del necesario para hacer y deshacer a su antojo, aunque no se queda corto con sus decisiones. Ante esta fragilidad, debería sorprender la tranquilidad con la que gestiona la comunidad.

La respuesta a esta palpable desinflamación es, pues, evidente: de nuevo, como ha ocurrido durante tantos años, el PSC se alinea en numerosas cuestiones con el nacionalismo, y eso incluye cesiones, blanqueamientos y cambios de opinión.

El último de ellos tiene como protagonista a Josep Lluís aquí y en la China Popular Carod-Rovira, flamante Creu de Sant Jordi del 2024 por “su destacada dedicación a los asuntos públicos, como una figura capital en la vida cívica y política de Cataluña”.

Si por “figura capital en la vida cívica y política” entendemos a alguien que negoció con los terroristas de ETA para que no mataran en Cataluña, pero siguieran haciéndolo en el resto de España y dice que “valió la pena”, entonces sí.

Si dentro de “figura capital en la vida cívica y política” se puede incluir a alguien que bromeó en Jerusalén con una corona de espinas, no hay nada más que añadir. Todo ello, en mitad de otras polémicas nacionalistas, a menudo ligadas a la lengua y la bandera.

Pero todo eso se olvidará. Los libros de Historia recogerán que el Govern del PSC le entregó la Creu de Sant Jordi por ser una “figura capital en la vida cívica y política” de Cataluña. Otro blanqueamiento de la mano de los socialistas.

Antes, o durante, llegaron los de Jordi Pujol y Carles Puigdemont. Se ríen de nosotros. Pero el tiempo pone a cada uno en su lugar.