La fe mueve montañas… y a Oriol Junqueras. El expresidente de ERC es un hombre profundamente religioso, muy cristiano, nunca lo ha escondido, aunque podríamos decir que no sigue a rajatabla los diez mandamientos. Vamos, que se los salta a la torera (algunos de ellos). Tal vez por ello necesita tanto encomendarse a Dios y a la Moreneta.
Junqueras fue quien convenció a Puigdemont de saltar por el precipicio. La parte racional del exvicepresidente del Govern conocía el desenlace y las consecuencias de la declaración de independencia, pero la parte espiritual le invitaba a jugársela. Tal vez creyó en una suerte de salvación de última hora, y también tal vez por ello se refugió en Montserrat horas antes de la DUI.
Lo que hizo Junqueras en Montserrat no ha trascendido, pero esa visita deja poco margen a la imaginación ante un personaje como él. En cierto modo, unió ante la Moreneta su fe en Dios y su fe en el nacimiento de la República catalana, con el peligro que supone para los ciudadanos que un gobernante determine su hoja de ruta en función de una creencia, de una pulsión. Así nos vimos… y así nos vemos.
Junqueras era más bien ateo en su juventud, y se apoyaba, pues, más en la ciencia que en la creencia. Pero, de pronto, comenzó a cambiar su visión del mundo y de sí mismo. Habló con su madre. Empezó a ir a misa. Llegó a trabajar en los archivos secretos del Vaticano. Y buscó acomodo en el monasterio de Poblet en sus permisos carcelarios. Entretanto, dice que se metió en política para hacer un mundo mejor. Por medio de la fe. Mal asunto.
El predicador Junqueras anda obnubilado por su fe. Impulsó el procés y se olvidó de gestionar los problemas reales, con el consiguiente empobrecimiento de Cataluña y la división de la sociedad. Ahora bien, sigue convencido de que lo mejor para todos (para él) es la independencia, aunque las circunstancias le han llevado a adoptar una posición algo más pragmática en los últimos tiempos. A ver cómo evoluciona, si es que recupera el liderazgo de un partido hundido.
No obstante, parece que el nombre de Junqueras estará siempre ligado a los monasterios, pues aparte de sus visitas a Montserrat y Poblet, como curiosidad hay que mencionar la existencia del monasterio de Junqueras. Sí. Ni hecho adrede. Se encuentra en el Eixample barcelonés, y hoy forma parte de la Basílica de la Concepción, en la calle Aragó, 299.
Es curioso, porque no siempre estuvo allí. En concreto, su emplazamiento original estaba en la parte alta de la vía Laietana, en el chaflán comprendido entre esta y la calle Junqueras. Pero lo trasladaron, a finales del siglo XIX, piedra a piedra, hasta su actual lugar.
Ojo, porque no es el único edificio de Barcelona que no está donde estaba. Hay al menos otro: el colegio de Sant Miquel, en el Eixample, conserva en su patio el claustro gótico del desaparecido convento de Santa Maria de Jerusalem, que estaba junto a la Boquería hasta 1868.