El expresidente de Esquerra y aspirante a revalidar la presidencia del partido, Oriol Junqueras, va en cabeza. El exvicepresidente económico del Govern amnistiado tras una doble condena por sedición y malversación, se está imponiendo a Marta Rovira, aun secretaria general de los republicanos. 

El también exalcalde de Sant Vicenç dels Horts (Barcelona), que dejó alguna laguna en su gestión, está desplegando músculo y exhibiendo cifras de apoyo para proclamarse vencedor en el congreso nacional de los independentistas, que se celebrará el próximo 30 de noviembre. 

Si nada, cambia, su lista, Militància Decidim, vapuleará sin piedad a Nova Esquerra Nacional, la opción más o menos apadrinada por Rovira. Los que conocen los entresijos de Calàbria 166, la sede bunquerizada de ERC, cuenta que los junqueristas se están gustando. Tienen la presión de ser los favoritos, pero si no cometen errores de liderazgo se llevarán la convención extraordinaria de los nacionalistas. 

En 48 horas, Junqueras presentará su propuesta política en un acto en Olesa de Montserrat. Allí, a los pies de la montaña-toótem del nacionalismo catalán, el junquerismo podría dejar claro que no tiene rival. Depende de las cifras de militantes que reúna, el movimiento en torno al también exinvestigador de los Archivos Vaticanos dejará sentenciado el cónclave a dos meses de celebrarse. 

Ocurra ello o no, desde el punto de vista puramente ciudadano es positivo que se aclaren las brumas que desdibujan a ERC y que han dado a pie a ciertos capítulos de lucha intestina vergonzantes. Qué duda cabe de que la fuerza sigue siendo tercera potencia política en representación en el Parlament y la cuarta en Barcelona ciudad. 

Liberada de un Govern en el que firmó una gestión más que discreta, el partido quizá puede aprender a sumar consensos de progreso con la mayoría del arco parlamentario autonómico. Es una de las opciones, la más plausible si cabe habida cuenta de que Junts --segunda fuerza en la Ciutadella-- sigue latrada por el puigdemontismo incapacitante. 

Los neoconvergentes afrontran otra cita congresual clave, pero pese a los movimientos incipientes que ha avanzado Crónica Global, no se espera que la formación logre zafarse del estrangulamiento al que la tiene sometida el huido. Lejos de ser un partido útil --la máxima aspiración de toda propuesta política contemporánea-- todo parece indicar que los neoconvergentes seguirán abonados a gesticular como un cupaire de fin de semana que aguarda a la próxima jugada maestra del fugado líder. 

En este escenario irrumpirá el vencedor --salvo sorpresa-- Junqueras, difícilmente una figura renovadora, ni altamente fiable. Pero es la que, si todo sigue igual, elegirán los militantes del tercer partido catalán. Se tendrá que amoldar a la nueva arena política y demostrar que los suyos sí son un socio confiable. 

Porque de lo contrario, cabrá esperar más regates, bravuconadas y filigranas de sus antiguos compañeros en el Palau de la Generalitat. Y lo cierto es que ya agotan.