El poder, ese manjar irresistible que, una vez lo pruebas, parece imposible dejarlo. Si no, que se lo pregunten a Carles Puigdemont, quien, después de prometer que abandonaría la política, aún no sabe cómo explicarle a la ciudadanía que no va a cumplir su enésima promesa.

Sí, es el mismo Puigdemont que, el pasado 9 de abril, trató de jugar su última carta para mover a un electorado que, sinceramente, ya estaba más que escéptico. Como se suele decir, las palabras se las lleva el viento y sus compromisos han quedado, una vez más, en el aire.

Si algo ha demostrado Puigdemont en los últimos meses es que su palabra no vale nada. Por mucho que nos intenten convencer de que cumplió con su juramento de regresar, lo que hizo no fue volver; fue repetir el mismo espectáculo de siempre. Un espectáculo que ha dejado a su electodado un amargo déjà vu.

¿Cuántas veces más van a tragarse el cuento? La última vez fue en 2017, cuando prometió la independencia de Cataluña, y ya sabemos cómo terminó eso...

Lo que hizo Puigdemont el 8 de agosto no fue una gesta heroica; fue un chiste de mal gusto que solo sirvió para subrayar lo que muchos ya sospechaban. Es decir, que Junts ha pasado de ser un partido serio a convertirse en el juguetito personal del expresidente de la Generalitat.

Miembros de Junts ya empiezan a notar el peso de esta travesía en el desierto. Y la pregunta que flota en el aire es inevitable: ¿no hay nadie que tenga el valor de decir basta? Si siguen así, permitirán que Puigedmont y su séquito de incondicionales acaben de hundir lo que queda de partido.

Y por si no fuera suficiente, el último bombazo ha caído este fin de semana. Líderes de Junts han insinuado que Puigdemont podría volver para el congreso de octubre. Ese congreso que, en teoría, debería renovar la dirección de la formación. Pero, vamos, que todos sabemos lo que eso significa: otra maniobra para buscarle cobijo, un puesto remunerado a alguien que no se conforma con la paga de expresident. Y que no está dispuesto a convertirse en un jarrón chino como Artur Mas o Quim Torra.

La guinda del pastel: Junts ha prometido un gobierno en la sombra para hacerle la oposición al de Salvador Illa. ¿En serio? La idea de un gobierno alternativo no es nueva. Pero, en este caso, suena más a una copia mal hecha que a una alternativa al Govern.

Un mensaje a los votantes de Junts: la próxima vez que escuchen una promesa de Puigdemont, no se ilusionen demasiado. Porque cualquier excusa es buena cuando lo que está en juego es mantener en los labios un poquito más de ese dulce que tanto engancha. Ay, el poder...