La Comisión Europea ha impuesto unos aranceles adicionales de hasta el 37,6% a la importación de vehículos eléctricos desde China. Este es el gravamen provisional, ya que Bruselas se da de tiempo hasta noviembre para acabar de definir cómo acabará con lo que considera prácticas de dumping contra las que debe actuar para proteger una de las principales industrias del continente, la de la automoción.

La decisión abre el juego a una nueva relación entre ambos territorios, y China no se quedará de brazos cruzados. La primera institución en mostrar de forma pública su “firme oposición” a la medida ha sido la Cámara de Comercio asiática. Pidió una “solución constructiva rápida” antes de que la medida entre en vigor de forma definitiva y deslizó una advertencia clara: que la imposición de aranceles a la importación “no impulsará la competitividad de la industria manufacturera europea”, sino que “afectará de forma negativa al mercado de vehículos europeos, socavará los intereses de los consumidores europeos y obstaculizará los esfuerzos de la UE para reducir las emisiones de carbono”.

Razón tienen a la hora de esgrimir estos argumentos. La Unión Europea quiere ser puntera en políticas de descarbonización, pero la sociedad avanza de forma más lenta hasta la consecución de los objetivos definidos. El gran paso que se ha dado en los últimos años es el éxito social en cuanto a la aceptación de que debemos ser más sostenibles, excepto ciertos negacionismos que, por ahora, son minoritarios. Pero conseguirlo implica recursos, y no todos los bolsillos de los ciudadanos están preparados para lo que eso implica.

Esta misma semana el consejero delegado de IAG, Luis Gallego, ponía en una entrevista en Financial Times el cascabel al gato. El ejecutivo español advertía de que los precios de los billetes subirán para financiar los combustibles verdes, una realidad que también afectará al resto de aerolíneas. A nadie debería sorprender lo que implica superar el consumo low cost, pero los cambios son lentos. Más, por los efectos en términos de inflación.

A ello se le suman los movimientos realizados por parte del gobierno chino. Hace poco más de dos semanas se anunció el inicio de una investigación antidumping sobre la importación de carne de cerdo y sus subproductos desde la Unión Europea a la República Popular China, un proceso que ha encendido las alarmas de forma destacada en España. Es el primer mercado exterior para el sector porcino nacional, cuyas exportaciones alcanzaron los 1.223 millones de euros en 2023.

La patronal Interporc ya ha movido ficha y este mismo viernes se reunía con el embajador chino en España, Yao Jing, para garantizar la “continuidad de las excelentes relaciones comerciales” entre ambos países; objetivo que pasa por la “necesidad de potenciar el diálogo entre la UE y China”. El presidente de la organización, Manuel García, habló de la necesidad de mantener un “entorno de cooperación justo y equitativo”.

La resolución de los conflictos arancelarios no será menor para la economía nacional. España es el segundo mayor fabricante de vehículos europeos, cuenta con nueve grupos cuya facturación agregada representa el 10% del PIB del país, es responsable del 18% del total de las exportaciones y el superávit comercial alcanzó los 18.800 millones en 2023, según datos del Icex. La facturación agregada de la industria agroalimentaria se sitúa cerca de los 140.000 millones y, de forma concreta, el porcino supuso el 1,4% del PIB nacional y el 14% del producto interior bruto industrial en 2022.

Por ahora, la aportación catalana a esta batalla internacional es el impulso público que se ha dado al aterrizaje de la automovilística Chery a la antigua Nissan de la Zona Franca. La operación resuelve, sobre el papel, el reto de recolocación de la plantilla, pero se alerta de que, en verdad, los coches que llegarán a Barcelona ya estarán casi ensamblados del todo y aquí solo se le hará un retoque final. Es decir, un trabajo con casi nada de valor añadido, pero que servirá para que los coches tengan el sello europeo y eludan el pago de los mismos aranceles que han desencallado la pugna internacional.