Los catalanes hemos llegado arrastrando los pies a las europeas de este domingo. El largo ciclo electoral que parece que nunca acabe -y con la posibilidad de dos nuevos comicios en el horizonte, la repetición de las catalanas y otro avance de las generales- propiciará que la abstención sea una de las protagonistas de la jornada. Y el reto actual no es precisamente menor. La oleada ultra en el continente exige gripar la construcción de esa gran Europa que tendría que brindar más oportunidades a la ciudadanía. Empujan hacia el retorno a la pantalla de los Estados Nación, un paso hacia atrás que ya vimos el éxito que tuvo en el Brexit.

Pero este gran debate llega de forma muy tangencial a nuestro entorno. El ruido y la confrontación se han apoderado de las Cortes, y en Cataluña todo está parado a la espera de los resultados de este domingo. Dos escenarios poco alentadores para animar a los ciudadanos a depositar su voto.

Mañana, 10 de junio, echa a andar la nueva legislatura y poco ha trascendido ni siquiera sobre la configuración de la Mesa del Parlament. Las negociaciones entre formaciones han sido aún más discretas de lo habitual y el resultado de las mismas estará supeditado a los éxitos o tropiezos que aflorarán esta noche. Esconder las cartas y recurrir al teatro tampoco es una buena fórmula para superar la crisis institucional en la que está sumida la clase política, pero los cálculos de réditos pesan más.

Mucho está en juego. Europa, sí -y eso debería ser lo más importante-, pero también la Generalitat y en gran medida el futuro del Gobierno del país. Así que tendremos que esperar a la primera hora de mañana para conocer el resultado de la maratón de negociaciones de último momento.

A poco más de tres kilómetros del Parlament, en la sede del Círculo de Economía, este lunes también tendrá lugar una reunión que ha despertado interés en la denominada sociedad catalana. La Fundación del lobby empresarial catalán, los expresidentes, se reunirán con el actual líder de la organización, Jaume Guardiola, para repasar los éxitos y las cuestiones a mejorar de la última Reunión.

Existe consenso en que será un encuentro de trámite. Aunque Guardiola encare su último año en la presidencia de la institución, hace gala de su etiqueta de ejecutivo de decisiones extremadamente meditadas y nadie espera que comunique quién es el elegido para pasarle el relevo en el próximo año. Sólo ha trascendido que lo ideal sería contar con una mujer, la primera presidenta de la historia del lobby empresarial. Y aunque la intención sea loable, implica entrar de nuevo en las cuotas. ¿No sería mejor apostar por la mejor candidatura posible, sin que pese el sexo del candidato?

Guardiola -y Miquel Nadal, su mano derecha- lo van a tener difícil. Ha hecho caso omiso a la sugerencia de una renovación parcial de la junta a medio mandato. La opción que le permitiría incluir a nuevos perfiles pensando en el relevo que llegará en 2025 de forma imperativa, ya que los mandatos son de tres años. Especialmente si quiere regresar a la liturgia habitual del Círculo y evitar unas nuevas elecciones que tensionen otra vez las costuras de la entidad y dejen en el aire su mejor baza, la transversalidad.

Para ello, también tendrá que eludir candidaturas más dispuestas a recoger su testigo, pero que generarán aristas. Salvador Alemany, expresidente del Círculo, se ha encargado de renovar los estatutos; ha facilitado un protocolo para facilitar la organización de unos nuevos comicios, pero existe coincidencia en que la institución sufrirá si vuelve a poner urnas.

Todo ello ocurre en un momento que no es precisamente malo para el Círculo de Economía. En una Cataluña que ha superado la década del procés, su perfil de institución transversal, que no es ajena a los grandes debates del mundo y que está acostumbrada al intercambio de opiniones entre sus miembros la deja en una situación privilegiada.

Las elecciones europeas muestran de nuevo cómo de necesarios son estos ámbitos para abordar retos como decidir hacia dónde debe avanzar el gobierno comunitario; cómo se hace frente a la crisis del sistema democrático (o del propio capitalismo, si se prefiere); o cómo se adoptan nuevas tecnologías que impactan en los valores más profundos de la sociedad y afectan al día a día de los seres humanos, entre otras grandes cuestiones.

Si los próximos años del Círculo de Economía se pactan este verano en encuentros entre amigos en el Empordà, se corre el riesgo de que el lobby se deje arrastrar por este entorno de crisis permanente. Al final, lo que se sacrificará es su transversalidad.