Cuatro días. Ese es el tiempo del que disponen los candidatos a las elecciones catalanas del 12 de mayo para reforzar a los votantes propios, desanimar a los votantes de sus rivales y, sobre todo, seducir a los indecisos.
Ese vecino que pasa de ver los debates electorales, que tira directa a la basura la propaganda electoral y que prefiere ver su serie favorita al bloque electoral del informativo. Pero que, sin embargo, conserva la tarjeta censal sobre un mueble de casa, por si el domingo encontrara las ganas de acercarse al colegio y agarrar una papeleta sin entusiasmo.
Ese vecino votará al partido de sus padres, o al que votó por primera vez con 18 años. Tal vez al candidato del que haya oído hablar en positivo en la última quedada con sus amigos. Pero seguramente lo hará con base en un atajo, un estímulo. No es el votante convencido que sostiene los cimientos de los partidos.
Salvador Illa, Carles Puigdemont, Pere Aragonès y el resto de candidatos tienen cuatro días para captar la atención de tu vecino y darle una sola razón, que se pueda explicar en 20 segundos, para que se acerque al colegio electoral el próximo domingo.
Porque ningún indeciso ni abstencionista, que son la mayoría, quiere que le expliquen qué ha pasado con el Hard Rock o con los presupuestos. Ni los plazos de la ley de amnistía. Ni el puzle en el que se convertirá el Parlament a partir del 12 de mayo. Quiere un atajo para ir a votar y, a ser posible, no sentirse estafado a corto plazo. Porque, si no, a la siguiente convocatoria, la tarjeta censal irá al cubo de la basura junto a toda la propaganda.
Todos tenemos un vecino así. El que, si se movilizara en masa, podría dar un vuelco a las elecciones y dejar en papel mojado todos los sondeos que hemos visto en las últimas semanas. Pero solo hará el esfuerzo una pequeña parte. La suficiente para que algunos candidatos superen las expectativas, mientras que otros decepcionen a una militancia y votantes fieles que esperaban mucho más.
Hasta ahora, no hemos visto a ningún candidato protagonizar un discurso para la historia. Tampoco una metedura de pata que le ponga a todos en contra. Si estos cuatro días son iguales, tu vecino seguirá indeciso, esperando ese atajo en su camino hacia el colegio electoral.
Eso sí. A la que llueva o tenga que ir a lavar el coche, el domingo tendrá mejores planes que ir a votar.