Contradecir a Puigdemont en un partido que se presenta a las elecciones catalanas del 12 de mayo bajo las siglas Junts+Puigdemont no es fácil. Más aún cuando el expresident ejerce un liderazgo de apisonadora que pasa por encima de la estructura tradicional de su formación, de los cuadros que llevan años picando piedra en los municipios y, sobre todo, de la cultura pragmática convergente.
Puigdemont puede regresar o no después de las elecciones en función de si le dan los números para ser investido. Lo tiene difícil. Pero no le hace falta volver para que en Junts se haga lo que él estime conveniente porque las listas tienen su sello político y personal. Y no son pocos los que, aunque no lo digan en público, estarían de acuerdo en no someter a Cataluña a un bloqueo o a segundas elecciones si Illa gana en las urnas y la suma PSC+Junts (o PSC+Junts+Puigdemont) permite la gobernabilidad. Es más, apuestan sin reservas por compartir la Generalitat con el PSC para profundizar en el autogobierno y en la generación de prosperidad económica y social.
Esta música es del agrado del mundo empresarial. También de algunos círculos influyentes en Madrid. Les encantaría que la banda sonora de la sociovergencia se oyera a través de las ventanas del Palau de la Generalitat, pero también del Ayuntamiento de Barcelona. Allí, Xavier Trias dice haber dejado encarrilado el grupo municipal y ha emitido señales contradictorias a favor y en contra de pactar con el alcalde Collboni. El hombre que le mandó de vuelta a casa con sus nietos, pero con el que los suyos no dudarían en gobernar la joya de la corona.
No sabemos si la retórica del 2017 permitirá a Junts darle el sorpaso a ERC, pero una vez suceda y se constituya el nuevo Parlament, será solo eso: retórica. Y hay cuadros neoconvergentes que verían como una catástrofe que sus diputados volvieran a cruzarse de brazos en el escaño viendo cómo otros gestionan la Generalitat y se echan los problemas de Cataluña sobre la espalda. Creen que ha llegado la hora de arremangarse y la mejor opción sería un matrimonio de conveniencia con los socialistas. Sin amor, pero unidos por el interés.
Sociovergencia se ha convertido en un sueño prohibido. Dentro y fuera de Junts. ¿Quién es el guapo que pronunciaría la palabra ante un Puigdemont que no para de recordar aquellos años buenos? Haberlos, haylos. Pero el coste de alzar la voz es demasiado alto. Porque Junts ahora es Junts+Puigdemont.