Pedro Sánchez aterriza este domingo en Barcelona para dar el disparo de salida formal a la precampaña de los socialistas catalanes. El presidente del Gobierno es el gran protagonista de las elecciones del próximo 12 de mayo en Cataluña y su futuro en la Moncloa dependerá de quién es el próximo inquilino del Palau de la Generalitat.
Las elecciones catalanas son determinantes para la política de todo el país. E, igual que el resto de la política nacional, a estas alturas ya son un fangar. Todas las formaciones llegan desgastadas a una contienda que se plantea como un gran ajuste de cuentas.
Carles Puigdemont ha empezado a marear la perdiz sobre su regreso a Cataluña por la puerta grande, con pasillo incluido en Plaza Sant Jaume. Pero los tiempos de la tramitación de la ley de amnistía le relegan a otra campaña por pantalla, siendo el cabeza de lista, pero dejando en manos de sus números dos (una mujer) y tres (un hombre) los abrazos a los fieles y afiliados. Incluso queda en el aire saber si la tramitación de la polémica norma le permitirá regresar al hemiciclo catalán durante la investidura. Será justo si las votaciones no llevan a un Parlament ingobernable.
Se da por sentado, como mínimo en Junts, que Puigdemont dejará Waterloo antes de que el Constitucional y Estrasburgo se pronuncien sobre la amnistía patria y que no entrará en prisión en ese impase. Incluso las malas lenguas señalan que primero regresarán a Cataluña Lluís Puig o Toni Comín, los otros consejeros fugados que le han acompañado en Bélgica.
El efecto Puigdemont ya fue la gran baza de Junts en las elecciones de 2021, cuando ERC les dio el sorpasso y se convirtió en el partido líder del independentismo. Los republicanos repiten este mantra para movilizar a sus filas tras convocar unas elecciones que no deseaban. Pere Aragonès quería ser el presidente que acabara con la rara avis catalana de no culminar ni una sola de las legislaturas desde 2010, otra de las realidades vinculadas al procés. Pero no ha podido ser. Tenía que aprovechar la oportunidad que le brindaron los Comunes para poner fin a la crisis de credibilidad en la que está sumido el Govern.
Con todo, Aragonès quería seguir como president. Sólo recordar que él, uno de los artífices del Madrid ens roba, se fue a Madrid para intentar desbloquear el apoyo de los comunes a sus cuentas a través de Sumar. Ada Colau ya se los ha afeado en un discurso en el que intenta rebajar la presión en la que está inmersa. Se ha constatado que, al final, su golpe de mano para reivindicar Barcelona ha dinamitado la legislatura autonómica. Y en ello los comunes pueden perder.
En su caso, la vendetta de las próximas semanas irá dirigida a ERC pero de forma especial al PSC por la resistencia de Jaume Collboni a integrarla en el equipo de gobierno local. Los socialistas, con Salvador Illa ya como candidato formal, deberán aguantar la presión e intentar movilizar al máximo a su electorado, el fiel y el prestado, para evitar que se repita por tercera vez en Cataluña que el ganador de los comicios no cuenta con los apoyos necesarios para gobernar. Todo ello, mientras Ciudadanos aún deshoja la margarita para ver si se integra o no en el PP catalán.
Los primeros compases del camino hacia las urnas han sido los de los reproches, el peor escenario posible para atraer a los votantes que el próximo 12 de mayo se van a quedar en casa. La abstención será acusada y beneficiará a los partidos pequeños, otro viento de cola de una política que seguro que dará juego y entrará, esta vez sí, en el Parlament: la alcaldesa ultra e independentista de Ripoll, Sílvia Orriols.