Presupuestos de la Generalitat del 2024 y ley de amnistía. Los próximos miércoles y jueves se decide el rumbo final de la legislatura catalana y un hito fundamental de la accidentada legislatura española: un viaje plagado de turbulencias que solo un piloto experimentado como Pedro Sánchez parece poder sortear. Ambas votaciones, pese a producirse en Cámaras legislativas diferentes, están íntimamente relacionadas, pues Cataluña está en el centro de la agenda política del país, con permiso del comisionista Koldo García.
A la espera de que los comunes deshojen la margarita, Aragonès está en disposición de aprobar sus presupuestos gracias a la responsabilidad del PSC, primer partido de Cataluña, que ha encontrado un leitmotiv en la “política útil” de extender la mano para resolver problemas como la sequía o los malos resultados en educación, frente a una oposición a la que le cuesta asomar la cabeza entre el ruido. Solo el vértigo ideológico de los comunes --que saborean el foco mediático estos días gracias a su no es no al Hard Rock-- puede poner en riesgo los presupuestos y mandar al traste una legislatura que daban vista para sentencia desde prácticamente la noche electoral del 14 de febrero de 2021.
Si el president aprueba las cuentas, calmará las heridas de payeses, enfermeras, profesores y demás sectores afectados por la delicada situación de Cataluña, que pasó del procés a la gestión autonómica con la pandemia, pero que no acaba de resolver los desafíos pendientes. ERC necesita aprobar los presupuestos para alejar las elecciones a febrero de 2025, y desplegar todo su poder institucional para hacer sombra al nuevo protagonista: Carles Puigdemont. Si es que alguna vez se marchó realmente.
La ley de amnistía es otro cantar, de una complejidad política y jurídica como pocas veces hemos visto en el Congreso. Y no marca el final de una legislatura, como sí hacen los presupuestos catalanes, sino el comienzo de una travesía en la que Sánchez deberá poner en práctica su manual de resistencia para doblarle el brazo a Junts en la administración de los tiempos y desestabilizar al PP de Feijóo, que quiere olvidar su matrimonio forzado con Vox y mirar hacia nuevos pretendientes como el PNV y la propia Junts. Ese partido de tradición y legalidad, según el influyente González Pons.
Aun así, estamos ante una semana decisiva para la correlación de fuerzas en el tablero político. El relato de la votación de los presupuestos y, sobre todo, el de la amnistía, decidirá el tono de la campaña electoral catalana. Luego vendrán los carteles y anuncios electorales, los debates y el mailing de los partidos en el buzón de nuestras casas. Pero el punto de inflexión lo tenemos aquí y ahora.