Hace poco más de un mes que el president Pere Aragonès remodeló su Govern ascendiendo a Laura Vilagrà y Sergi Sabrià, la guardia pretoriana que le ha permitido atravesar las arenas movedizas de un mandato en minoría. Vicepresidenta y viceconsejero han engrasado la maquinaria institucional de la Generalitat para que ERC retenga, al menos, la hegemonía del espacio independentista en las próximas elecciones frente a un PSC que difícilmente se apeará de la primera posición.
Si tendrán o no éxito en su objetivo lo decidirán los catalanes en las urnas, pero de que están logrando blindar a Aragonès ante la emergencia por sequía y la dificultad de sacar adelante los presupuestos no cabe duda. Solo así puede entenderse el cinismo de los republicanos a la hora de hablar en público de su relación con los socialistas.
El partido que enfiló la campaña autonómica del 2021 abanderando un cordón sanitario al PSC y que no quería ni oír hablar de pactar con ellos las cuentas a principios de legislatura, se encamina hacia el final del mandato con un rosario de acuerdos con los socialistas. Acuerdo para la ley de amnistía en el Congreso, presupuestos del 2024 en el Ayuntamiento de Barcelona y presupuestos del 2023 y del 2024 en la Generalitat.
Vamos, que quienes no querían saber nada del PSC han sobrevivido al divorcio de las formaciones independentistas gracias al buen entendimiento con este partido en las distintas Administraciones. Pero, un día después de recibir el sí de los de Salvador Illa a las cuentas, anuncian que no harían president al primer secretario del PSC “en ningún caso”. Eso sí, con los de Puigdemont, que les han amargado la existencia desde 2017, encantados de pactar.
Como si los catalanes no tuviéramos memoria, ERC se sacude el estigma de pactar con el PSC ante el electorado independentista reivindicando en público una segunda oportunidad para un matrimonio indepe que ninguna terapia puede resucitar.
La política se construye a base de relatos y estrategias. Pero renegar de los acuerdos con los socialistas mientras pactas en los ayuntamientos, en el Parlament y en el Congreso es demasiado hasta para un partido en precampaña. Puedes decir aquello de que sales a ganar y que quieres gobernar en solitario, pero a los ciudadanos no se les debe tomar por tontos.