Cuesta abajo y sin frenos. Así es como En Comú Podem afronta la recta final de la legislatura catalana después de perder la alcaldía de la ciudad de Barcelona y de la debacle de la formación en la tierra natal de Yolanda Díaz. La encuesta de Electomanía para Crónica Global publicada este fin de semana pronosticaba cinco escaños para los de Jéssica Albiach en las próximas elecciones catalanas, lo que supondría un retroceso de tres representantes en el Parlament. Si no hay adelanto electoral, los comunes tienen hasta febrero de 2025 para darle la vuelta a la situación, pero no hay duda de que el objetivo de mantener o aumentar representación será difícil.

En su odisea para seducir a los votantes progresistas se enfrentan a dos adversarios temibles en campaña electoral: ERC y el PSC, cuyas cuotas de poder institucional en Cataluña son abrumadoras frente a la de los comunes. Además, si bien el partido de Yolanda Díaz comparte gobierno con el PSOE, las complicidades y dinámicas negociadoras entre socialistas y republicanos dejan a En Comú Podem en una situación delicada. Sobre todo, si quieren hacerse los duros mientras algunos colectivos, como los profesores y los payeses, siguen cabreados y exigen colaboración y política útil.

A estas alturas del partido, los comunes no pueden no aprobar los presupuestos del 2024 por una cuestión de pureza ideológica a pocos meses de un verano de pesadilla por la sequía. Ni tan siquiera explicando a los catalanes que el Hard Rock es “un disparate” que solo “trae delincuencia, adicciones e inseguridad”. Estas exigencias bienintencionadas te colocan bajo los focos durante un instante, pero luego te convierten en prisionero en plena cuenta atrás hacia el único desenlace posible: aprobar las cuentas de Aragonès después de toda una legislatura ejerciendo de socio parlamentario tras el divorcio con Junts.

Así que los comunes se hallan estos días en el laberinto para escapar de sus contradicciones respecto al Hard Rock y demostrar eso de que sus votos se sudan, con permiso de Gabriel Rufián. Pero la verdad es que hay múltiples señales luminosas que muestran el camino de salida: el Gobierno de coalición Sánchez-Díaz, la urgencia de Ada Colau para construir un acuerdo con PSC y ERC en el Ayuntamiento de Barcelona y, finalmente, su propio deseo de conformar un tripartito en la Generalitat para el próximo mandato. Todos los caminos llevan a Roma.

Pero de ficciones se vive. Sobre todo en un Parlament en el que un que no se otorgue in extremis es una renuncia a tus principios y valores. Un tiro en el pie. Y los catalanes les seguiremos diciendo que sí, que les perdonamos, y que nos eviten la agonía.