Porque el exgerente del Instituto Catalán de Oncología (ICO), Ramon Salazar, que tuvo que dimitir por pagos de empresas farmacéuticas y ahora será investigado por una agresión a un compañero, fue una apuesta del exconseller independiente de Junts. 

Lo explican fuentes nada sospechosas de ser cercanas a ERC, que ahora comanda la Consejería de Salut. El extitular de Salud Josep Maria Argimon optó por nombrar algunos gestores de la sanidad concertada que fueran médicos y no altos mandos. Argimon pensó que los facultativos, con su experiencia y sus publicaciones en revistas científicas, serían mejores que los mandos que habían regido hasta entonces. Sus colegas dudaron. 

Y Argimon se equivocó. Lo explican gerentes nada cercanos a los republicanos: llevar un hospital, o el ICO, que es un proveedor sanitario rentabilísimo, se parece más a una empresa que a un servicio de un gran complejo médico. Dirigir una institución compleja es más parejo a ejercer de CEO de una gran firma que conducir, por ejemplo, un área de Oncología Médica. Por muy excelente que sea este servicio. Que, en el caso del doctor Salazar, lo es. Es excelente. 

Pero la altísima calidad asistencial, o las contribuciones tipo groundbreaking en ciencia, no facultan para hacer cuadrar un presupuesto o para dirigir un equipo humano de 500 personas. Cojan el propio ICO: la gestión en la capa alta que puso Salazar ha sido tan desastrosa que los recursos humanos están a punto de colapsar. Ello pese a que la calidad para con el paciente es inigualable. Y pese a que las cuentas del proveedor provocarían envidia en cualquier consejo de administración. 

No, los grandes médicos no aseguran gestiones eficientes. Los equipos humanos exigen gestores excelentes y empáticos. Ramon Salazar ha demostrado que no lo es. Argimon lo nombró, se equivocó, y ahora ha legado el problema a ERC.