Ni la deuda, ni los proyectos inacabados, ni la baja participación, que no la habrá. La Copa América de vela que se celebrará en Barcelona en 2024 tiene solo un enemigo al que teme y respeta, una sacra némesis que ha tratado de evitar hasta ahora: el boicot de los tradicionalmente correosos grupos radicales de la Ciudad Condal.
Intramuros en la sala de máquinas de la carrera de regatas se cree que se ha dimensionado correctamente el evento --a diferencia de los que se hicieron en Valencia en 2007 y 2010--. No hay grandes infraestructuras nuevas, ni gastos colosales de personal, ni fastos faraónicos. Todo se aprovechará. Y la mayor parte del dinero que circulará es privado.
Por ello, lo más temido es un posible boicot de la pandilla del no a todo que pueda engarzar con los vecinos del barrio de la Barceloneta. Es lo que quita el sueño y desquicia. Esta misma semana cristalizó el nacimiento de la plataforma No Copa América, que viene a ser un embrión de ello.
Hay que detenerse en dos puntos. Por un lado, que la supuesta plataforma transversal es, en realidad, un vehículo de descontento de los comunes de Ada Colau y de la CUP. Están todos: Observatori Desc, Enginyeria sense Fronteres y Aigua és vida, entre otros. Cuanto menos, resulta curioso ver cómo Colau se ha sumado a todas las photo opportunities que ha brindado la Copa América --todas ellas pagadas con dinero privado-- y después ha azuzado su galaxia de asociaciones contra el macroevento.
Con relación a la participación de la CUP, poco que decir salvo que este nuevo no difícilmente la rescatará de su irrelevancia en Barcelona.
Por el momento, los contrarios son pocos y con escasa raigambre. La Asociación de Vecinos L'Òstia de Barceloneta, que participa en la coalición opositora, es el vehículo de los comunes en el antiguo barrio pescador de la capital catalana. Recientemente se vio a la propia Ada Colau en una celebración de esta entidad de mejorable autonomía.
Pero se les teme. La Copa América teme que los antitodo ganen momentum y se den imágenes de oposición e incluso algaradas el próximo verano. Para ello se ha desplegado una estrategia de, oficialmente, engagement con la comunidad y, extraoficialmente, de paradiplomacia. Un trabajo eficaz en el que tiene mucho que decir Adolf Romagosa, exgerente del Puerto de Barcelona y una persona que "manda mucho" en el Puerto autónomo y entorno pese a su aparente jubilación.
El Puerto de Barcelona es un ecosistema económico titánico, pero que adolece de extrema endogamia. Ahora, ante la Copa América, ha tenido que salir a pisar calle para que algunos vecinos arruinen la magna celebración de 2024. Es en este marco y no en otro, no se equivoquen, que se ha rescatado el antiguo proyecto del bus náutico que unirá el Port Vell con el Moll de Llevant, y que evitará el apiñamiento de personas, autobuses y coches en el siempre saturado paseo Joan de Borbó.
La lanzadera fue un proyecto de Mercè Conesa que jamás vio la luz, pero que ahora se ha peleado y rescatado para aligerar la carga de turistas y fans de la Copa sobre Barceloneta y entorno.
Todo esfuerzo es poco, pues se trata de dejar a los contrarios a la Copa América en la inopia. En la reciente prerregata de Vilanova i la Geltrú el anunciado boicot se quedó en agua de borrajas, lo que da esperanzas a los que confían en que la carrera proyecte Barcelona al mundo sin aristas ni fricciones.