Los políticos siguen a lo suyo, viviendo al margen de la realidad. O en su realidad paralela; esto es, mirando por ellos y no por quienes representan: a nosotros, los ciudadanos. Da igual si se trata de la política autonómica o de la nacional. No importa si se apellidan Sánchez, Feijóo o Aragonès. No les importamos un carajo, como han vuelto a evidenciar este martes en el Parlament y en el Congreso, aunque les pagamos los sueldos... y los traductores.
En Cataluña, el independentismo continúa a la greña. ERC y Junts siguen divididos, peleando por ver quién es el más radical y quién le saca más a Sánchez a cambio de la investidura, quién tiene más diputados, quién chupa más del bote. Aragonès insiste en que la amnistía está pactadísima, y sube la apuesta: antes del 2027 –en esta legislatura, si es que se forma Gobierno– solo quiere el compromiso del PSOE de que se celebrará otro referéndum de independencia en Cataluña, pero ahora acordado. Dicho de otra manera: lo que exigen los republicanos se acerca a la nada, porque el compromiso político es puro humo (más aún conociendo los cambios de opinión de Sánchez), pero sirve para recuperar la pesadez del falso derecho a la autodeterminación, mantener vivo el relato y seguir cansando y aburriendo al ciudadano. Y vista la escasa movilización del pasado 11 de septiembre… ¿a quién le importa ahora una consulta de este tipo? ¿A quién le importa la amnistía? Gobiernan por y para ellos. Por cierto, Anna Erra, presidenta del Parlament, vuelve a jugar con la desobediencia mientras, anestesiados, lo miramos todo desde el sofá.
En Madrid la cosa no anda mucho mejor. Tal es la desconsideración de Sánchez que ni siquiera ha tenido el valor de responder al candidato Feijóo en la fallida sesión de investidura del líder popular. Para ello, el PSOE ha recurrido al exalcalde de Valladolid Óscar Puente. Es la primera vez que un presidente en funciones se esconde y evita responder al aspirante. Todo parece indicar que quería esquivar un cara a cara acerca de la amnistía. Pero como ya lo estamos normalizando todo, qué más da. La gasolina se acerca a los dos euros el litro y tampoco nos quejamos.
¿Este desplante de Sánchez estaría castigado en el delito de deslealtad institucional que plantea Feijóo? El nombre de la supuesta norma da miedo, pues sugiere que se podría juzgar a cualquiera por casi cualquier cosa. Lo siguiente es crear el delito de mala educación. No hay cárceles para tanto maleducado, aunque gracias a la ley del solo sí es sí se podría encontrar hueco en alguna.
La política era interesante hasta que dejó de serlo. En este escenario sobran diputados y falta gente que valga. Es increíble que haya tantos partidos y sean incapaces de ponerse de acuerdo en unos mínimos. Los dos grandes tienen mucho más en común de lo que aparentan, y seguro que una mayoría de votantes de PP y PSOE aceptaría un acuerdo entre ambos para gobernar e impulsar este gran país que, pese a ellos, sigue siendo España. Y los que se oponen tienen opciones más radicales a lado y lado.
Es tremendo, y parece que nada cambiará a corto plazo. A no ser que las élites empiecen a usar sus cohetes para abandonar la Tierra y nos dejen a nuestra merced. Seguro que no nos iría tan mal.