Al final, va a ser verdad que todos son iguales. Nos hemos tirado meses criticando al PSOE por conchabarse con los nacionalistas catalanes, vascos y gallegos, y ahora resulta que el PP tampoco ve mal mercadear con el peor de todos ellos: Junts per Catalunya (bueno, el peor si no contamos al PNV, claro).
Resulta escalofriante la naturalidad con la que los dirigentes populares han defendido estos días que la “obligación” de su partido es sentarse con Junts a "hablar y escuchar" para luego ver si "hay opciones". ¿Opciones? ¿Opciones de qué?
Tiene guasa que los de Feijóo consideren que se puede hablar con todos menos con EH Bildu porque “no han condenado el terrorismo”, como si promover un intento de secesión unilateral y violento (recuerden las decenas de policías y guardias civiles heridos el 1-O, o el asedio a la comitiva judicial en la Consejería de Economía) fuese menos grave.
No le falta razón a Alejandro Fernández, (de momento) presidente del PP de Cataluña, cuando dice que “Junts sí es mi rival, un partido cuya tesis esencial es que España es una dictadura dirigida por un Rey fascista, con el que se niegan a ‘hablar’. Que alguien me diga de qué hay que ‘hablar’ con ellos”.
Y, encima, ahora vuelve Urkullu con la matraca del Estado “plurinacional”, que viene a ser poco más o menos lo del “Estado Libre Asociado” de Ibarretxe de hace 20 años, es decir, un Estado Confederal o, lo que es lo mismo, aniquilar la soberanía nacional española.
No deberíamos olvidar que Feijóo (el de “yo, en Galicia, nunca me expresaba en público en castellano”) ya se estuvo arrastrando en julio para mendigar el apoyo de los fenicios xenófobos del PNV en caso de necesitarlo tras el 23J.
La verdad es que el papelón que está haciendo Feijóo es de órdago. No me extraña que cada vez haya más peperos que pongan su mirada en Ayuso.