Ha necesitado tres victorias electorales para ejercer el poder. Las dos anteriores también ganó, pero la democracia local le expulsó del cargo una y otra vez. Su perseverancia ha tenido premio final y la ciudadanía de su ciudad ha decidido otorgarle una mayoría absoluta incontestable e inalcanzable para una oposición que aún examina dónde cometió sus mayores errores mientras gobernaba Badalona. El de Xavier García Albiol debería recalar en los casos de estudio profundo de la política catalana. El nuevo alcalde de la cuarta ciudad catalana, con sus 2,01 metros de estatura, ha demostrado ser un Quijote capaz de enfrentarse a todos los molinos que movían las aspas en su contra y derrotarles sin siquiera un fiel escudero como Sancho en su propio partido, el PP.

Albiol empezó joven en la política y, a pesar de su ya larga trayectoria, acumula un espíritu que sorprende: tomó posesión del cargo el pasado 17 de junio y en apenas una quincena de días ha adoptado más medidas sobre Badalona que seguro adoptó el anterior equipo municipal en meses. Raudo, veloz, sensible a la inquietud ciudadana, el dirigente popular ha comprado contenedores, ha extraído a grupos de manteros de algunas zonas en las que provocaban conflictos vecinales, se ha inventado una concejalía anticorrupción, ha patrullado con la Guardia Urbana local para comprobar las primeras noches en los lugares de ocio y concentración de más población, ha reforzado vigilancias y ha aprobado un bando que impone multas de hasta 600 euros por poner la música a excesivo volumen o acampar en la playa. La ciudad es de todos (y para todos) parece ser el mensaje implícito del primer edil y los badaloneses que decidieron apoyarle con su voto no parecen en gran desacuerdo con esas primeras actuaciones de urgencia.

Lo de Albiol -con perdón de su supuesta autoría- ya estaba inventado. Se llama gestión, aunque muchos alcaldes o aprendices pretenciosos lo consideren política. En la mayoría de municipios sus ediles son servidores públicos que se ocupan del escape de agua, de la obra mal señalizada o tardía, del problema social con un colectivo, del levantamiento de un cadáver, de coordinar con la policía la seguridad, de atender a las entidades locales, de pelearse con los proveedores municipales en la mejora de los servicios que se prestan y de, además, cuando les queda un ratito, hacer política de salón. Cuando esa circunstancia es inversa, la ciudad pierde. Barcelona ha sido el caso más escandaloso conocido durante los últimos años: exceso de política (tan grandilocuente como hueca) y mínima gestión. Si encima las actuaciones tienen un carácter funcionarial, nepótico y hasta clientelar, olvidando que la gobernanza debe incluir también a quienes no le votaron, Ada Colau podrá entender porque la ciudad de Barcelona ha preferido votar distinto el 28M. Aunque, bien pensado, si no lo entendiera también lo entenderemos…

El área metropolitana de Barcelona ha dado grandísimos alcaldes desde 1979, cuando se instauró la democracia local. El PSC, por ejemplo, ha nutrido sus principales cuadros de esa experiencia municipal. Salvador Illa, el actual primer secretario del partido, tiene ese origen y recorrido, como antes lo tuvieron también Pere Navarro o dirigentes ya evaporados como Montserrat Tura, Joaquim Nadal, Joan Ignasi Elena, Celestino Corbacho, la ministra Raquel Sánchez y así un largo etcétera. En esa demarcación territorial, que al final es donde reside la mayoría de la población catalana, la izquierda ha tenido en general multitud de líderes locales. Desde el primer cura rojo de Santa Coloma de Gramenet, Lluís Hernández, hasta las socialistas Manuela de Madre y Núria Parlon más tarde, el PSUC, ICV y el PSC se han repartido con holgura esa población dejando al populista de ERC Gabriel Rufián con dos palmos de narices en los últimos comicios. En Montcada i Reixac reinaron los Campos, en Santa Perpètua de Mogoda los Bufí, en El Prat los Tejedor… Mal lo ha tenido siempre el nacionalismo en la conurbación barcelonesa, donde salvo alguna contada excepción son pura y dura oposición, tanto da si nos referimos al Vallès como al Baix Llobregat u otras comarcas próximas. Para encontrar alcaldes convergentes y algún republicano, muchos de ellos herederos del franquismo en los primeros consistorios, había que ascender a la Cataluña interior, más rural y tradicionalista, menos urbana y obrera. Es la gran asignatura pendiente y donde quiso incidir, con cero éxitos, ERC: Cataluña es suya en estos momentos, pero sus ciudades, pueblos y comarcas donde habita la mayoría de catalanes no las controlan ni por asomo. Peor lo tiene Junts per Puchi, que se ha quedado sólo con la ciudad de Sant Cugat del Vallès entre sus parcelas reales de poder.

Lo de Albiol y el PP, que sólo ganó en otra ciudad catalana relevante (Castelldefels) es, justo por ese contexto, mucho más insólito. Se ha impuesto un modelo de liderazgo para la ciudad que tiene las palabras justas y el máximo de hechos, de manera frontal y sin orillar las preocupaciones plurales y reales de la población. Habrá quien siga estigmatizando al alcalde de Badalona por hablar de movimientos migratorios, de seguridad o de limpieza, pero a sus vecinos ese buenismo progresista ha dejado de importarles en la práctica. Quieren resultados, paz, tranquilidad, un gestor, a ser posible un tipo arrojado que en su nombre no tenga miedo para coger el toro por los cuernos con cualquiera que sea el problema de la ciudad. No se entiende de otra manera que con la enorme campaña de crítica y oposición que la Cataluña nacionalista le ha dedicado siempre al alcalde popular acabe dándose un paseo triunfal con sus vecinos y hasta frente a su propio partido.

¿Será la capacidad y la buena gestión? Casi seguro, pero apostaría a que los que no lo vieron venir siguen deshojando las margaritas del derecho a decidir o la complicidad con los identitarismos y la multiculturalidad mal entendida. Eso que ahora lamentablemente nos hemos empecinado en denominar política.

 

Coda:

Mal sigue Nicola Pedrazzoli y su proyecto mediático-televisivo. Furibundo por la alcaldía de Jaume Collboni en Barcelona (Junts era el posible gran financiador del invento de 8TV) se lanzó con improperios en las redes sociales a defender a los perdedores Xavier Trias y Ernest Maragall. Una lástima que Cataluña no tenga sitio para una televisión privada de calidad, sobre todo por el lastimoso papel histórico de la pública TV3 en la construcción de realidades políticas sectarias. Pero Pedrazzoli, ni su socio Borja García Nieto, parecen ser los escogidos para ese cometido. Es más, tampoco les ha salido bien el tema de BarçaTV, que es otro pequeño fracaso con un final conocido, el cierre, y ahora andan tiesos. Es más, en alguna plaza de la capital catalana se orquesta una acción legal que puede obligarles a pasar por el banquillo por los incumplimientos de pagos a que estaban obligados cuando decidieron tomar el control de la cadena televisiva. La cosa está tan peliaguda que ya existen apuestas en los mentideros de la ciudad relativos a que, en esta ocasión, a Borja García Nieto no le servirá ni el paso por el confesionario de su amigo y jefe espiritual Juan José Omella.