El fracaso de Xavier Trias al frente de la operación indepe para hacerse con la alcaldía de Barcelona ha escocido –y mucho– a sus secuaces.

El problema –para ellos, claro– es que todo el mundo daba por hecho que Trias i Vidal de Llobatera tenía aseguradas las mayorías suficientes para hacerse con el bastón de mando de la segunda ciudad de España, cuando la cosa no estaba tan clara. Ni aritmética, ni ideológicamente.

Los independentistas reprochan a Collboni que en campaña prometió que permitiría gobernar a la lista más votada pero no lo ha cumplido. Además, recriminan al PSC-PSOE y al PP haber maquinado una conspiración en Madrid para impedir que Trias consiguiese la alcaldía, en contra de la voluntad de los barceloneses.

Y también acusan a los Comuns de haber participado en un contubernio con el perverso PP como compañero de viaje, con el que, de momento, se garantizan la continuidad de un buen número de cargos públicos en la casa consistorial con sus correspondientes sueldos.

No digo que los nacionalistas no tengan razón en buena parte de sus reproches. Sí, Collboni dijo una cosa y luego ha hecho otra. Sí, seguro que el asunto se trató en las altas esferas socialistas y populares a nivel nacional. Y, sí, los Comuns, al final, son normales y se han vendido por un (buen) plato de lentejas.

Sin embargo, el resultado de todas estas negociaciones no es ni incoherente, ni injustificado, como pretenden los indepes. Al contrario, es sensato, lógico y el más razonable posible.

¿Alguien en su sano juicio entendería que Collboni, pudiendo ser alcalde, no intentara serlo? ¿Por qué debería dejar gobernar a Trias, si solo obtuvo un concejal y 18.000 votos más que él, y el socialista tiene apoyo suficiente? ¿Porque lo dijo durante la campaña electoral? ¿En serio? ¿Ese es el argumento?

Es más: ¿cómo pueden sorprenderse los indepes por el hecho de que los Comuns prefieran que gobiernen los que han sido sus socios durante años en el ayuntamiento –y que lo siguen siendo en el Congreso– en vez de una formación nacionalista y de la derecha más carca, como es Junts? ¿Por qué debería permitir el partido de Colau que Trias sea alcalde, cuando este se ha presentado como el aglutinador del voto anti-Colau? ¿Por qué los comunes tendrían que darles las llaves de Barcelona a los herederos del 3% y a un tipo salpicado por los Paradise Papers?

Y en cuanto al PP, me parece prodigioso que los nacionalistas le echen en cara que haya optado por facilitarle la alcaldía a un partido de centro-izquierda no nacionalista antes que a la formación cuyo líder promovió y encabezó el intento de golpe al Estado del 1-O. Y que, encima, se presentó a la sesión de investidura tras cerrar un pacto con ERC.

¿De verdad creen los independentistas que los votantes del PP prefieren que en el Ayuntamiento de Barcelona mande el candidato de Puigdemont antes que Collboni? ¿Qué tipo de enajenación mental sufren?

No. Lo irracional no es lo que ha ocurrido. Lo absurdo habría sido que socialistas, comunes y populares hubiesen permitido a dos formaciones nacionalistas radicales, con Puigdemont y Junqueras a la cabeza, hacerse con la ciudad más importante de Cataluña pudiendo evitarlo.

Por suerte, en esta ocasión lo razonable se ha impuesto a lo previsible. Y, también por suerte para la convivencia en Cataluña, la segunda etapa de Trias en la política ha sido una de las más breves que se recuerdan.

¡Feliz jubilación, doctor Trias!