Cataluña se encamina hacia los ocho millones de habitantes (7,9 millones), según los datos del Idescat. Sin embargo, a la hora de la verdad parece que solo existen 2,2 millones de catalanes. Son esos los que participaron en el referéndum ilegal del 1-O, y son esos también los que han seguido la segunda edición de la copia catalana de Operación Triunfo en TV3, Eufòria. Siempre los mismos. Por lo tanto, no ha de sorprender que el poder también se lo repartan los mismos de siempre. El último ejemplo llega con la remodelación del Govern. Anna Simó, Ester Capella y David Mascort son viejos conocidos de lo público. Veamos:

Anna Simó. 55 años. Filóloga catalana. Toda una vida vinculada a la Administración, salvo el periodo en el que fue inhabilitada por desobediencia en el marco del 1-O. Ha trabajado en el Consorcio para la Normalización Lingüística (1990-2003), como concejal en L’Hospitalet (2003-04), fue consellera de Bienestar y Familia (2003-06), diputada del Parlament (2006-18) y presidenta del Consejo Escolar de Cataluña (2018-21). Ahora asume el relevo de Cambray en Educación.

Ester Capella. 60 años. Abogada. Socia de Òmnium Cultural. Se acerca a las dos décadas en política: concejal portavoz de ERC en Barcelona (2007-11), senadora (2013-15), diputada de ERC en el Congreso (2015-18), consellera de Justicia (2018-21), diputada de Esquerra en el Parlament, y delegada del Govern en Madrid en los últimos tiempos. Es la nueva consellera de Territori.

David Mascort. 54 años. Economista y profesor de secundaria. Lleva 20 años vinculado a lo público. Ha pasado por el Consell Comarcal del Gironès (2003-07), por los Servicios Territoriales de Girona del Departamento de Innovación, Universidad y Empresa (2007-11), ha sido alcaldable de Vilablareix (2011-22) y, en su última etapa, ha sido secretario general de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural, cartera que ahora asume como conseller. ¿Quién da más?

El poder es muy goloso y vivir a cuenta del contribuyente es muy cómodo. Por eso, el pastel se lo reparten siempre los mismos, es un mundo muy hermético. Y cuando una de esas caras que vienen a cambiar la política consigue una pequeña porción, se aferra a ella como a un clavo ardiendo. Que se lo digan a Colau, que iba a ser alcaldesa un ratito y, si por ella fuera, se quedaba en la plaza Sant Jaume hasta la jubilación (o más allá, como Trias y Maragall). La líder de BComú anda desesperada en busca de una rendija por la que mantener cierto poder, por lo que ahora propone una trialcaldía. No, no vale el poder a cualquier precio. Empiecen por elegir a quienes nos han de representar por méritos y no por amiguismos y otras historias.