Que sean los expertos los que valoren si determinados bailes practicados por adolescentes están hipersexualizados, o si el tiempo relativizará esos movimientos, pues cabe recordar que a Elvis Presley casi le excomulgan por menear la cadera. Por no hablar de aquella polémica lambada que triunfó en los años ochenta en sectores de población de distintas edades.
Lo cierto es que el perreo es simulación ¿parodia? o fingimiento de una actividad sexual. También significa menospreciar, engañar o pasarse el día sin hacer nada de provecho. Y es ahí donde la acepción cuadra perfectamente con ese activismo independentista que hoy saldrá a la calle para manifestarse en contra de la cumbre de Pedro Sánchez y Enmanuel Macron. El procés, está claro, está dando sus últimos coletazos de forma instintiva, sin orden ni concierto, embistiendo contra lo primero que pilla, en este caso contra una reunión institucional, como tantas que se han celebrado en Barcelona, calificada de “provocación” por los radicales de la Assemblea Nacional Catalana (ANC).
A ella se ha sumado Òmnium, entidad cultural que nos había engañado a todos con su supuesto desmarque de la siempre enfurruñada Dolors Feliu; Junts per Catalunya, cuya ociosidad, ahora que está fuera del Govern, le permite apuntarse a cualquier tipo de escrache contra el Estado español, y ERC, siempre intentando demostrar su ADN independentista, para luego defender su diálogo con el Gobierno. Perreo en el amplio sentido de la palabra en el que abunda Pere Aragonés, pues poco o nada de provecho va a sacar el presidente con su defensa del boicot a una reunión en la que participa, ojo a la contradicción, como anfitrión.
Si el dirigente catalán pretende pescar cuatro votos bailando pegado a los radicales secesionistas, se equivoca. Aragonès renuncia a reforzar su papel institucional, el de presidente legítimo constantemente cuestionado por Junts –primero reivindicaba la figura de Carles Puigdemont y ahora incide en la situación de minoría de ERC--, avalando un escrache que tampoco le va a dar más caché independentista. El dirigente catalán solo va a corroborar esa bicefalia existente en ERC, donde el president se esfuerza por demostrar que sabe gestionar y negociar con el Gobierno, mientras Oriol Junqueras se mezcla entre los manifestantes para arremeter contra Sánchez y Macron.
Aragonés le baila el agua a los secesionistas, a los que no interesa el contenido de un encuentro en el que no solo se intentará desbloquear el gasoducto de hidrógeno verde entre España y Francia, sino también las conexiones por tren con el país galo que, como explicaba Víctor Recacha en Crónica Global, sigue vetando la llegada del AVE español a París. Temas de gran calado que afectan directamente a los intereses de todos los españoles y sitúan a Cataluña en el epicentro de esos proyectos. Los empresarios catalanes, lo han dicho por activa y por pasiva, reclaman que se impulsen esas infraestructuras. Como otras mucho más locales, pero muy necesarias, que Esquerra se niega a impulsar.
Es el caso de la B-40, el antes llamado Cuarto Cinturón, que se ha convertido en el principal escollo en las negociaciones sobre los presupuestos de la Generalitat de 2023 entre PSC y el Govern. La cumbre ha supuesto un impasse en esos contactos, que la semana próxima se reanudarán. Si finalmente hay acuerdo, el Govern aprobará las cuentas y estas comenzarán su trámite parlamentario, con lo que la tan temida foto de Aragonés con “los del 155” se producirá a pocas semanas de las elecciones municipales de mayo. Y la resistencia de ERC habrá quedado en eso, en perreo, en fingimiento de un pulso que nada aporta a los catalanes, ávidos aunque no lo sepan de unos nuevos presupuestos donde es posible combinar regeneración económica y protección del medio ambiente.