Ha pasado casi una semana desde que la loba Shakira publicó su último hit y se sigue hablando de ello como si lo acabase de anunciar, en buena medida porque su expareja y padre de sus hijos, Gerard Piqué, lo está retroalimentando con otro tipo de acciones que también le ayudan a vender su nuevo juguete, la Kings League. La canción de marras, que es llamativa por cuanto carga con dureza contra el exfutbolista y la actual pareja de este, tiene mucho morbo por ser los protagonistas –activos y pasivos– personas mundialmente conocidas y con grandes altavoces mediáticos a su alrededor, pero, en el fondo, no aporta nada nuevo –al margen de las acusaciones de plagio–. ¿Acaso no cuentan miles de canciones las experiencias de amor y desamor de sus compositores? La diferencia está en el quién.
Se va a cumplir medio año del anuncio de la separación –avanzado por Culemanía– de una de las parejas más mediáticas del mundo. En aquel momento y en un breve comunicado Shakira y Piqué pidieron respeto a su privacidad “por el bienestar” de sus dos hijos, Milan –que el domingo cumple 10 años y ya se entera de todo– y Sasha. Pues bien, ellos mismos, los padres de las criaturas, en un arrebato entre infantil y empresarial –están ganando dinero a capazos a cuenta de la cancioncita– se están encargando de dinamitar ese “bienestar” sacando los trapos sucios y tirándose los platos a la cabeza en una acción conjunta que cuesta creer que no está pactada. Ni en el peor de los escenarios conyugales tienen justificación esos dardos envenenados que se disparan con cerbatana. Y, esté o no acordado, qué valores les transmiten a sus vástagos con estos comportamientos tan lamentables y tan alejados de la superdotación que se les asigna a ambos.
Sea como sea, el choque entre el huracán Shakira y la borrasca Gerard está eclipsando todo lo demás –tal vez también porque la sociedad está tan saturada de desgracias que solo busca el entretenimiento y regocijarse en el mal ajeno–: la sequía y las posibles restricciones al consumo doméstico, la cumbre Sánchez-Macron con el recibimiento de Aragonès mientras su partido se manifiesta en contra de ese encuentro junto a los restos del independentismo, la guerra que se libra en Ucrania, la reconciliación de Tamara Falcó e Íñigo Onieva e, incluso, la nefasta ley del solo sí es sí. Solo trata de mantenerle el pulso el asunto del aborto de Castilla y León, un problema creado de la nada para hacer ruido y al que le auguro el mismo recorrido que al tema de los pinchazos en las discotecas. Quedará en agua de borrajas, no se implementarán esas medidas. Pero, mientras –y estamos en año multielectoral–, los políticos de turno se manifiestan y se destacan ante la opinión pública con ello.
En resumidas cuentas, que está casi todo inventado, que nos movemos entre el márketing y la manipulación desde hace siglos, pero cada época aprovecha las técnicas y tecnologías a su alcance. Lo que no falla nunca es el pan y circo.