Cantaban Los Inhumanos un tema muy verbenero que decía “Hemos venido a emborracharnos y el resultado nos da igual”. Pues bien, ese resultado es dramático. Según los últimos datos conocidos, el consumo de alcohol ha crecido significativamente en el último lustro –incluido el de los jóvenes, o sobre todo entre ellos– y, solo en Cataluña, en 2019 fallecieron por esta causa cerca de ¡3.000 personas! Tenemos un problemón.
Y ese problemón parte de la base. Como el tabaco –cada vez más acorralado, afortunadamente–, nuestra sociedad asume que el alcohol es un elemento casi indispensable para socializar. Parece que no vale tomarse un zumo, un refresco, un té, ¡un agua! No, si se queda con alguien, debe ser con una cerveza o una copa de vino de por medio. O algo más fuerte. Por no hablar del ocio nocturno. Se da por hecho que la noche es sinónimo de consumo de alcohol –y otras drogas–, y por ello no hacemos nada para combatirlo. Hay muchos intereses y mucho dinero en juego.
Pero eso son solo percepciones. Los datos, en cambio, son demoledores. La Encuesta de Salud de Barcelona 2021 de la ASPB indica que el consumo de riesgo y compulsivo de alcohol ha aumentado “de forma impulsiva” respecto a 2016, sobre todo entre los jóvenes. ¿Qué se entiende por consumo de riesgo? 17 copas semanales o más en mujeres y 28 o más en hombres –un combinado con whisky o licor vale por dos–. Esto es, en el caso de ellas, más de dos al día y, en el de ellos, ¡un mínimo de cuatro! ¿Y el consumo compulsivo? Cinco o más consumiciones seguidas más de una vez al mes. Una barbaridad.
Para entender esta preocupación, conviene explicar que el consumo de riesgo entre mujeres es hoy del 7,9% (era del 4,2% en 2016) y, entre hombres, del 14,1% (frente al 9% anterior). Del mismo modo, el compulsivo es del 6,9% en ellas (3,3% cinco años antes) y del 13,2% en ellos (8,3%). No ha de extrañar, con estos datos, que el alcohol es la primera causa de inicio de tratamiento por consumo de sustancias psicoactivas de Barcelona y de Cataluña en su conjunto –con una edad media de 47-48 años–. Y una cosa son los adictos, pero ¿qué pasa con los amigos y familiares que lo sufren en silencio?
Bien, y hasta aquí los que sobreviven al alcohol. Porque no todos salen de eso. En 2019, según datos de Salut, 2.706 de las 63.198 defunciones que se registraron en Cataluña se atribuyeron al alcohol. En datos relativos (4,23%) puede que la cifra no sea muy elevada, pero son cerca de 3.000 personas muertas a causa de la bebida. La encuesta domiciliaria sobre alcohol y drogas Edades añade que en la comunidad beben cada día el 8,9% de las personas con edades comprendidas entre 15 y 64 años. Y concluye que el consumo está “ampliamente extendido” entre la población catalana más joven. De hecho, la encuesta Estudas de 2021 afirma que el 21,5% de los estudiantes de 14 a 18 años se ha emborrachado en el último mes. ¿Acaso les falta información?