Más de 40.500 alumnos catalanes se enfrentan estos días a la temida selectividad con el objetivo de obtener la mejor nota y poder matricularse en la carrera soñada, sin saber que en muchos casos no se van a dedicar a eso a lo que van a invertir varios años de su vida --no es mi intención desanimar a nadie--. Más de 40.500. Solo en Cataluña. Y, así, cada final de curso.
No es sostenible, pero no es su culpa. El sistema está montado de este modo. Nos empuja a seguir esa senda. Parece que el que no tiene estudios superiores no es nadie y el que elige otros caminos vale menos, aunque hoy cualquiera se gradúa y son pocos los que realmente saben valerse por sí mismos. ¡Ah!, que lo que se valora hoy son las ideas… Y en estas nos hallamos, con un exceso de titulados, sobretitulados y sobrecualificados que se plantan en la treintena con la teoría aprendida, pero con nula experiencia, que es en buena medida lo que importa.
Hoy hay carreras para todo --no hace falta--, la especialización es cada vez mayor, por no hablar de los másteres. Un dineral. ¿Para qué? ¿Para crear ciudadanos frustrados tal vez? Con tanta formación, es lógico, primero, que se quieran dedicar a lo estudiado y, después, que aspiren a salarios altos nada más salir de la universidad, pero esto no funciona así y alguien se lo debería explicar. Ni es tan fácil encontrar trabajo de lo que uno quiere ni los sueldos son elevados en el primer empleo. Ni en el segundo. No lo estamos gestionando bien.
En este escenario, la pregunta es por qué no se potencia la formación profesional, que manos faltan para todo. Y tampoco es comprensible que a estas alturas no se enseñe a emprender. Desconozco si lo uno está ligado con lo otro, pero las nuevas generaciones --perdón por generalizar, pero hay una tendencia clara en todo el mundo-- no se comprometen con nadie, cambian de empresa cada poco tiempo, quieren más horas libres, y puede que tengan razón en parte, pero es posible que eso sea indicativo de que no les apasiona nada de lo que hacen, de lo que se les ofrece, que no se sienten valorados, que esperan que se les dé todo hecho, quizás reflejados, algunos, en esos youtubers y tiktokers que se están forrando como por arte de magia. Dinero caído del cielo. Ya...
Tenemos un problema con eso y hay que gestionarlo. Y podría empezarse por explicar a los estudiantes que la selectividad, la universidad, no es el único camino válido, ni la formación profesional es cosa de la gente que no vale para estudiar, como restándole valor. ¿Hay que estudiar? Claro, cada día, a cualquier edad. Pero lo que necesita también la sociedad es gente que piense y sea válida en el día a día, y no solo cabezas incapaces de aplicar lo que han aprendido porque se incorporan muy tarde al mercado laboral o no se les brinda la oportunidad querida.
Hay que encontrar el equilibrio perdido. Los datos hablan por sí solos: España es el país de la Unión Europea con más graduados universitarios (37%) en empleos de baja cualificación, según Eurostat. Y uno de cada tres no encuentra trabajo cuatro años después de graduarse. Para hacérnoslo mirar... si es que de verdad queremos evolucionar y avanzar hacia una sociedad más justa y más feliz. De lo contrario, estamos bien como estamos.