El Morad no es tu héroe. El rapero Morad El Khattouti El Horami, aka Morad, con base de operaciones en los ya célebres pisos de La Florida de L'Hospitalet de Llobregat (Barcelona), reviste interés por varias razones, y ninguna de ellas debería ser por erigirse en portavoz oficioso de la Barcelona metropolitana y popular. Llena estadios, atesora gran calidad musical, según los que entienden, tiene millones de seguidores en las redes sociales e incluso está acuñando un movimiento propio en España, los llamados MDLR o mecs de la rue (chavales de la calle).
Pero el Morad ya existió. Y, como él, ninguno de ellos era el héroe de las conurbaciones populares ni portavoz del ghetto: lo era el Estado del bienestar que funcionaba --o no lo hacía y había colapsado de forma puntual-- en los repliegues y dobladillos de las grandes urbes europeas del siglo XXI. Si acaso, Morad y los que le preceden eran alertas. Señales. Algo no funcionaba en las zonas menos nobles de la maquinaria institucional y se imponía actuar. Pero la base es la misma: el Estado como red de seguridad es el mínimo común denominador del que nos hemos dotado, y señalar sus fallos, que los tiene, no equivale a sustituirlo de un plumazo.
El Morad canta Por el tiempo no' cansa, por vida que no pesa / Dinero pa' la casa, pa' quitar de pobreza / Por el tiempo to' pasa y la edad nunca le' pesa / Ya no son gramos en pesa' sino peso' con paso (Normal, 2020) y se le confiere un estatus semidivino por poner voz a los que no la tienen en Cataluña. Cuando, quizá, lo relevante es el estilo, la camaradería y que muchos se identifican con esa letra.
Pero es que ello no es siquiera nuevo. Catorce años antes, los Sniper recordaban que bienvenue en banlieue où les daronnes sont dans la tourmente / Pas d'tournantes, juste 2, 3 tess comme plaques tournantes / Où ici tout s'vend, tous mentent, tous s'vantent / De vouloir devenir millionnaire avant de dépasser les 30 balais --bienvenido a los suburbios donde las mamás están en crisis / sin rotación, solo 2, 3 tess como platos giratorios / donde aquí todo se vende, todos mienten, todos se jactan / querer hacerse millonario antes de pasar de los 30 palos-- (Brule, 2006). Fue un año después de la crisis de las banlieues francesas. El videoclip habla por sí solo: un auténtico memorial de agravios de los que sienten que la República les ha abandonado.
Un nombre, banlieue, que sí es se ha hecho categoría para definir los suburbios, lo que en el mundo anglosajón se ha venido conociendo como los estates (Reino Unido) o inner cities (Estados Unidos). Y que lleva años en la producción cultural, literatura académica y, también, obra periodística. Sobre todo después de que un entonces torpe alcalde de París, Jacques Chirac, citara "le bruit et l'odeur" (el ruido y la peste) en un discurso en 1991 en el que se refería a la Francia multicultural que vive muchos pisos sobre la planta cero.
Zebda lo hizo canción y bandeta y en 1993 se preguntaban qui a construit cette route? / qui a bâti cette ville? / et qui l'habite pas? / a ceux qui se plaignent du bruit / a ceux qui condamnent l'odeur / je me présente --¿quién construyó este camino? / ¿quién construyó esta ciudad? / ¿y quién no vive allí? / a los que se quejan del ruido / A los que condenan el olor / Me presento-- (Le bruit et l'odeur, 1993). Como Morad, tampoco eran embajadores, pero sí atesoraban muchas otras cualidades. De hecho, llegaron a involucrarse en política con los Motivé-e-s, con discretos resultados.
Igual que el artista de La Florida al que ahora muchos idolatran y otros censuran por sus colisiones con la justicia, los anteriores no eran estandartes ni portavoces de una generación: eran músicos. De sus logros y éxitos y sus fracasos y contradicciones debe desbrozarse todo aquello que son expectativas ajenas que les han depositado otros. Negro sobre blanco, muchos quieren que el Morad sea su héroe, cuando no es más que un chaval que hace buena música, según los que entienden, y a quien otros le depositan capas de significación que él, seguramente, no ha pedido. Habría que ver si las han pedido sus productores.
Y que diagnostica con cierto tino, pero obra torpemente. Lo sustantivo, al final, es que la crítica por oposición no sustituye a la creación por acción. Señalar las umbrías del Estado del bienestar, que existen, por bien que en Cataluña el debate político no se centre en ellas sino en otros asuntos, es un ejercicio interesante pero no sustitutivo. En La Florida y en Pedralbes. Por ello, el Morad no es tu héroe: señala las grietas, da voz y hasta fascina a algunos. Pero no es tu héroe. No nos equivoquemos.