La reforma laboral de 2012 se modificará. Su ratificación política saca los colores mires por donde lo mires --es tan escandaloso que se haya aprobado por el error de un diputado del PP como el tamayazo que este partido urdió con los diputados de UPN para bloquearla--. Ahora, se inicia la contrarreloj para lograr el segundo gran acuerdo por concertación social de la legislatura en curso. El de los salarios.
Patronal y sindicatos ya están en el barro. Los agentes sociales han demostrado que tienen más cintura que la clase política. CCOO, UGT y CEOE han conseguido negociar con todo lo que implica esta palabra, mientras que en el Congreso de los Diputados los partidos políticos están instalados en unas posiciones extremistas que los asemejan más a un club deportivo que al poder legislativo. Una barra libre para los populismos.
El gran reto del pos-Covid es el de cómo se refuerza la cohesión social. La crisis epidemiológica barrió la última parte de la recuperación de la doble recesión que marcó la primera década de los 2000. La que tenía que propiciar un incremento del poder adquisitivo de la clase media para que volviera a ejercer de ello. Pero los tímidos avances hacia esta dirección se vieron truncados por los nuevos problemas económicos mundiales derivados de esta situación excepcional que llegará a los dos años.
Todo ello, sin olvidar las otras crisis paralelas. La del colapso logístico, la falta de materias primas y el obligado debate energético. Especialmente en Europa, donde se ha avanzado en el cierre de nucleares sin tener garantizadas fuentes alternativas de suministro. La consecuencia más directa es el incremento de la factura. Más en España, donde el recibo está trufado con tasas de todo tipo y las sucesivas reformas de los sistemas de subastas las complican cada vez más.
Son necesarios los estímulos del poder adquisitivo de las clases medias y los agentes sociales están en ello. Incluso hay líderes patronales, como Josep Sánchez Llibre, que repiten de forma insistente que es necesario subir salarios. Y no solo el mínimo interprofesional, sino que esta revalorización sea un estímulo para el resto del mercado laboral. Es decir, que se supere la precariedad y se blinde tanto el bienestar social como el ascensor social que ha sido la clave de la cohesión social en toda Europa.
La presentación de resultados de las cotizadas, más allá de la banca, demuestran que, en lo macro, la crisis empieza a quedar atrás. ¿Se entenderá que retribuir al accionista no lo es todo, que los trabajadores también son importantes en cualquier corporación? Renunciar a ello nos lleva a un escenario de mayores desigualdades y cada vez más tensiones. Mirar hacia otro lado es aún peor.