Josep Maria Argimon, el consejero de Salud estrella de Junts, da una de cal y otra de arena. A cinco días de Nochebuena, el consejero catalán de Salud aprovechó ayer el área vacía que le había dejado el Gobierno con el anuncio el pasado domingo de que convocará la conferencia de presidentes mañana miércoles para tratar nuevas medidas para frenar la sexta ola del coronavirus en España. Argimon vio el área vacía y remató, a diferencia de lo que había hecho otras veces. Anunció un paquete de restricciones contra la sexta ola, en general, y contra el tsunami de contagios que --se cree-- provocará la variante ómicron, en particular.
Argimon dio un golpe sobre la mesa. Pero el día no había comenzado bien. Por la mañana, en plena comparecencia de sus dos altos cargos, Carmen Cabezas, secretaria de Salud Pública, y Gemma Craywinckel, directora del CatSalut, el conseller independiente, que debía imprimir un perfil técnico a la gestión en salud, se marchó al programa de las mañanas de TV3. Contraprogramó a las dos doctoras, en un gesto que, si lo hubiera hecho otro político, hubiera merecido calificativos más duros. Son las dos primeras mujeres de la historia en sus respectivos cargos, doctor, y usted se marchó al Planta Baixa con su físico estrella quien, por cierto, acabó creando un pequeño incendio a cuenta de la ventilación del transporte público.
Sea como fuere, la doble comparecencia de Cabezas y Craywinckel en Travessera de Les Corts y de Argimon en TV3 tampoco había despejado demasiadas dudas. Las ideas-fuerza lanzadas desde una y otra palestra fueron el refuerzo o booster para los vacunados con AstraZeneca y el aislamiento de los contactos de un positivo a partir del jueves. Un mensaje este último que, por cierto, ya se conocía desde la semana pasada.
Los hechos son tozudos; a cinco días de la Nochebuena nadie sabía qué pasaría, o que debía hacer, y ello era letal para los comercios que debían proveerse de stock. ¿Debe un restaurante llenar las neveras? ¿Debe desafectar a personal de los ERTE? El equipo de Argimon estaba transmitiendo inseguridad jurídica --no es la primera vez-- y la sensación era de querer salvar la Navidad a toda costa sin acabar políticamente quemado. Hasta que, por la noche, el equipo de Salud actuó. Tarde, pero lo hizo.
"¿Qué haría usted en su lugar?" es una pregunta absolutamente pertinente y necesaria, claro está. La incertidumbre es total. Pero la respuesta en referencia al superconseller es que es Argimon quien asumió la responsabilidad de ser consejero de Salud en la peor pandemia en una década y es él quien debe responder por las decisiones que toma desde el puente de mando del combate antipandémico. El titular de Salud sabe desde el 4 de noviembre que Europa y Asia están en el epicentro de la enfermedad porque se lo dijo la propia Organización Mundial de la Salud (OMS). El mismo mes, el día 24, ómicron fue notificada al ente transnacional.
Pese a esas advertencias, Argimon acudió al programa FAQs de TV3 el 28 de noviembre y aseguró que las cifras estarían "estabilizadas" por Navidad. Inflexible, el 10 de diciembre, aún defendía "normalizar" la Navidad en Els Matins. El mismo día, por cierto, que el Centro Europeo de Control y Prevención de de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés), alertaba de que ya había 582 casos de la nueva variante en 21 países de la Unión Europea.
El conseller se ha equivocado, ha obrado tarde, y no ocurre nada por errar, pero es que no es la primera vez que envía mensajes equívocos. Por temor a la opinión pública, podrían aventurar algunos. Lo desconcertante no es el error, pues de esto --prueba y error-- va esta pandemia, sino ponerse de perfil y evitar los debates duros con, por ejemplo, el mayor sindicato de profesores, que ayer le reclamó el cierre de centros escolares, o los sectores de la restauración, que teme la clausura gubernativa como la decretada para el ocio nocturno. No hay respuesta a los dos sectores o, si la hay, es tibia.
Quien asumió la responsabilidad de comandar la batalla contemporiza, y en el ínterin le crecen los debates porque los ciudadanos se ponen nerviosos. Argimon, el conseller estrella de Junts, da la sensación de tener la casa patas arriba, cuando los neoconvergentes, en teoría, le ficharon para imprimir solvencia y cuño técnico al frente de la cosa pública. Duda, titubea y da la sensación de tener el traje manga por hombro, aunque factualmente podría presentar éxitos en el campo de la vacunación. Hasta ayer, cuando, finalmente, impuso su criterio. Está por ver si lo mantendrá.