Todo apunta a que la detención del fugado Carles Puigdemont en Italia solo durará unas horas o unos días. La vergonzosa falta de coordinación judicial entre los países comunitarios --como ocurrió con su captura y posterior puesta en libertad en Alemania en primavera de 2018-- demuestra la ineficiencia y la ineficacia de la Unión Europea. Unas carencias que deberían corregirse cuanto antes si de verdad se quiere combatir el creciente euroescepticismo que desde hace años se afianza a lo largo y ancho del viejo continente.
En todo caso, y tras constatar lo enmarañado del contencioso, a la justicia española solo le queda incomodar tanto como pueda el resto de la existencia del prófugo. Esa es la esperanza de un constitucionalismo cuyo amor propio quedó magullado tras el golpe que los indultos a los condenados por sedición significaron para el concepto de justicia y para la convivencia en Cataluña.
Lejos de lo que influyentes editorialistas terceristas se atrevían a defender públicamente no hace demasiado, el futuro del expresidente de la Generalitat no puede ser otro que la huida o la cárcel. Cualquier otra alternativa generaría un desgarro en una parte sustancial de la sociedad catalana, en particular, y de la española, en general, que sería difícil de reparar en mucho tiempo.
Los ciudadanos tienen mucha paciencia pero, en relación a la magnanimidad del Estado con los que promovieron el golpe al Estado del 1-O, esta quedó colmada con los indultos. No sería de recibo que el cabecilla del procés saliese impune de sus delitos mientras algunos de sus secuaces se han chupado más de tres años de cárcel. Y más aún cuando el presidente Sánchez se comprometió en noviembre de 2019 a “traerle de vuelta a España y que rinda cuentas ante la justicia”.
Pero para lo que también ha servido el apresamiento de Puigdemont en Italia es para poner de manifiesto cuál es la verdadera voluntad de concordia del presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. Por si alguien todavía creía que el dirigente de ERC estaba más cerca de la conciliación que de volver a las andadas, su inmediata respuesta ha despejado cualquier duda: “Ante la persecución y represión judicial, la más enérgica condena. Se tiene que parar. La amnistía es el único camino. La autodeterminación, la única solución. A tu lado, presidente Puigdemont”.