Tener problemas es habitual. También resulta usual que hacerles frente en solitario es en demasiadas ocasiones difícil y se requiere de la ayuda de terceros. Cuanto mayor es la responsabilidad, mayores resultan los contratiempos y más colaboración se necesita para superarlos. Pero el autoboicot es una cuestión aparte y Cataluña parece decana en ello.
Poco se ha avanzado si aún hay voces que reclaman acciones en contra de la economía española para avanzar más rápido hacia la independencia, como si la economía entendiese de fronteras (físicas y/o mentales) y no tuviéramos bastantes alertas de lo cerca que se está de entrar en un periodo de decadencia. La decisión del Gobierno en funciones de autoexcluirse del principal anuncio en materia industrial que se ha hecho en el territorio en los últimos años por una cuestión de postureo es otro ejemplo de lo abonados que están algunos a tirarse piedras contra su propio tejado.
El Rey estaba allí y para demostrar que se es muy indepe se tenía que dar plantón al acto, aunque se anunciase una inversión clave para el futuro de los headquarters de Seat Martorell, para la industria de la automoción auxiliar catalana y para el grupo Volkswagen. Se debía evitar a toda costa la fotografía. La imagen en que no solo aparecían el presidente del Gobierno y el jefe del Estado, sino también la cúpula del gigante alemán. Y servía para escenificar que su filial Seat y la planta catalana que es la sede central del grupo tendrán un papel destacado en los planes de electrificación de la multinacional germana. Casi nada.
Los titubeos de ERC en aparecer o no por Martorell van un paso más allá. De acuerdo que todas las opciones para sacar adelante la próxima legislatura están abiertas, pero el miedo a ser tildado de botifler en ese mundo paralelo llamado Twitter es la peor losa del partido.
Pere Aragonès, llamado a ser el próximo presidente de la Generalitat, clamaba este sábado a “no hacer las cosas como siempre” y conformar un Ejecutivo que “huya de los comportamientos estanco”. El tono y el fondo de su mensaje es el del héroe derrotado, condenado a pactar el Ejecutivo con JxCat y conocedor de que sus socios le harán la cama con el mismo empeño que han demostrado los últimos meses.
¿Resistirá al final el partido? La única noticia positiva para los republicanos --y especialmente para Aragonès-- es que a Joan Canadell aún le gustan demasiado las redes sociales. Ahora las ha usado para cargar las tintas contra ellos con un copy que se le ha girado en contra. Se ha autoexcluido del próximo Gobierno catalán en una serie de mensajes que después ha intentado eliminar, pero que corren como la pólvora. Su autosabotaje permite a Laura Borràs cumplir con el veto de ERC a su nombre para cualquier posición de poder en la futura Generalitat. Es decir, superar uno de los escollos del pacto.
Queda saber qué hará Canadell. ¿Seguirá como diputado raso en el Parlament? Mantendrá su silla en el pleno de la Cámara de Comercio de Barcelona, pero este lunes se votará a Mònica Roca como nueva presidenta de una organización que debe recuperar el brillo institucional que ha perdido en los últimos tiempos por su politización.
Roca estrenó su liderazgo con un plenario bronco por su resistencia a condenar los disturbios de Barcelona y uniéndose después al resto del empresariado catalán para lanzar un clamor a favor de la recuperación. Con todo, también se mandó una advertencia básicamente a ERC para conseguir un pacto de gobierno que evite que la crisis sea más profunda. O, lo que es lo mismo, que no se pliegue a las condiciones de la CUP. Fue el gran golpe sobre la mesa de unos ejecutivos que han llegado al límite por la gestión de la pandemia de coronavirus y están cansados del autoboicot de la Generalitat al crecimiento económico catalán, el que se deriva de la atonía de los gestores.
El Parlament se conformará en menos de una semana. Será entonces cuando se vea hacia dónde decanta la balanza ERC. Por ahora, ni siquiera hay pacto de quién lo presidirá. Todos los escenarios siguen abiertos.