Los cuatro partidos que integran la Comisión del 155 en el Parlament han podido por fin propinar un zarandeo popular a los dos únicos bancos que quedan en Cataluña, paradójicamente los más importantes que ha tenido en su historia.
Aunque el presidente de la comisión, el neoconvergente y exICV, Antoni Morral, define como objetivo de su trabajo conocer las consecuencias de la aplicación del artículo 155 de la Constitución, los interrogatorios a que han sido sometidos Josep Oliu, por el Banco Sabadell, e Isidre Frainé y Jordi Gual, por el grupo La Caixa, no han ido más allá de una retahíla de recriminaciones por su falta de apoyo al procés en su tramo final de octubre de 2017. En absoluto analizar los efectos del 155.
No han llegado a llamarles botiflers, pero les acusan de participar en una conspiración contra las aspiraciones democráticas de Cataluña, además de desahuciar a los pobres y de poner el ahorro de los catalanes al servicio del Estado. Un ajuste de cuentas en toda regla mezclado con una perorata decimonónica sobre el auténtico papel de la banca y amenazas veladas --y otras directas-- sobre la eventual retirada de fondos públicos de la Generalitat en ambas entidades.
Todo ello desde un amateurismo político y un desconocimiento de lo que allí se trataba de auténtica vergüenza ajena. En la convocatoria del Parlament, por ejemplo, a Fainé se le citaba como presidente de Caixabank, cargo que dejó hace casi cuatro años; o sea, año y medio antes del 1-O, la DUI y la intervención de la autonomía el 27 de octubre de 2017.
Todos los diputados estaban convencidos de que las empresas públicas españolas habían presionado para forzar el cambio de sede retirando sus fondos de los dos bancos catalanes, lo que ha sido desmentido. La retirada de 4.600 millones de euros de los depósitos del Sabadell en una semana (57% de ellos de ahorradores catalanes) les parece poca cantidad a sus señorías; como la fuga de otros 7.000 millones en el caso de Caixabank y en el mismo periodo. La diputada de JxCat, un partido de tradición liberal y business friendly, no se ha sonrojado cuando Gual ha tenido que informarle de que la caída en la cotización bursátil de la banca catalana no tiene relación con su actitud ante la revolución de las sonrisas, sino que es un fenómeno que excede nuestras fronteras.
Los cuatro interrogadores aún han cometido la ingenuidad de preguntar a los tres sospechosos sobre la vuelta de sus sedes a Barcelona. El Sabadell está muy a gusto en Alicante, la provincia española donde tiene la mayor cuota de mercado, después de Murcia. Caixabank también está encantada de trabajar desde Valencia, donde compró el Banco de Valencia y dispone de unas magníficas instalaciones. La Fundación Bancaria la Caixa no considera que haya cambiado de casa yendo a Palma de Mallorca porque tuvo la palabra Baleares como apellido durante muchísimos años. Ni se lo plantean. Pam, pam y pam.
Y luego son los mismos nacionalistas los que lamentan que la economía catalana, a diferencia de la vasca y la madrileña, haya sido incapaz de consolidar grupos financieros potentes a lo largo de la historia. Siempre llegan a la misma conclusión: la conspiración española lo ha hecho imposible. ¡Vivir para ver!