No, no, no habrá tripartito. Los partidos de la derecha se empeñan en situar al PSC al lado del independentismo, y anuncian una nueva etapa en la que, de nuevo, los socialistas catalanes querrán apuntalar al nacionalismo, mutado ahora en independentismo. Señalan que todo está ya negociado, y que eso explica que los republicanos hayan facilitado la investidura de Pedro Sánchez y que ahora hayan establecido una vía de diálogo a través de esas “mesas” de negociación, que tomarán cuerpo después de la entrevista del presidente del Gobierno con el presidente de la Generalitat, Quim Torra. Sin embargo, todas esas relaciones son mucho más complejas. La relación con el PSOE existe y se mantendrá, y es más sólida de lo que públicamente manifiestan. Pero en Cataluña hay otros factores.
Esquerra Republicana sabe que el PSC ha vuelto, aunque con grandes dificultades en las comarcas de interior de Cataluña. Los socialistas están en un ciclo expansivo, pero con limitaciones. En cualquier caso, es el bastión que los republicanos necesitan asaltar para lograr apoyos en el área metropolitana de Barcelona. La relación es de rivalidad, pese a que puedan colaborar. Pero si lo hacen será marcando el terreno de juego, los dos con mucho celo.
Esquerra lo que desea es la presidencia de la Generalitat. Luego no dudará en buscar los acuerdos pertinentes con Junts per Catalunya. Hay un deseo real de girar hacia la izquierda, con los Comuns, pero tampoco pueden olvidarse del proceso independentista de la noche al día. Será un proceso gradual, lento, que pasará por gobernar en Cataluña y buscar acuerdos que sean beneficiosos en Madrid, con el Ejecutivo de Pedro Sánchez. Pero, ¿qué hará el PSC?
Por primera vez desde hace muchos años, los socialistas catalanes saben que tienen una oportunidad. Lo explica Josep Maria Sala en una entrevista este domingo en Crónica Global. Pueden ganar, incluso, si la erosión entre el partido de Puigdemont y Esquerra se acrecienta. Otra cosa, sin embargo, es gobernar en un mismo Ejecutivo con los republicanos, tras la experiencia adquirida con los dos tripartitos, y, porque, además, Esquerra marcará unas prioridades a corto y medio plazo que los socialistas no podrán secundar.
Luego está la relación entre Oriol Junqueras y Miquel Iceta. El líder de ERC sigue manteniendo que él es “inocente” y que no puede entender que Iceta no vaya a visitarlo a la cárcel. Lo ha manifestado con claridad en la entrevista que le realiza Jordi Évole. Insiste en que Iceta no le podrá mirar a los ojos, porque para él los socialistas son cómplices del 155. ¿Lo dice para fidelizar la parroquia independentista, o realmente cree que Iceta es despreciable? En cualquier caso, no ayuda a pensar en una relación de futuro.
Pero lo más importante es que el PSC, que le da mucha importancia a alcanzar cotas de poder institucional e ir avanzando poco a poco, no está dispuesto a que todo quede como si no hubiera pasado nada. Dirigentes como Eva Granados saben que la sociedad catalana exige ya algunos cambios, y que se puede colaborar, sí, pero no quedar en una posición subalterna frente al independentismo.
Por cultura política, porque esta Cataluña la ha construido también el PSC, con una transformación total en los municipios, los socialistas catalanes huyen del blanco o negro, y muestran su satisfacción porque su gran objetivo, --que exista un gobierno de izquierdas en España—ya se ha cumplido. Lo que indican sus gestos, sus políticas y sus últimas posiciones, es que el PSC no buscará tensionar más la sociedad catalana y facilitará medidas en el Parlament que vayan en beneficio del conjunto, pero no se subirá a un barco en el que el capitán y los cuadros de mando sean de Esquerra.
El problema en Cataluña, que afecta a todos, se centra en la batalla entre Junts per Catalunya y ERC por la presidencia de la Generalitat. Pero una vez eso se sustancie, el independentismo buscará alianzas de nuevo entre sus propios ‘amigos’. Y el PSC lo sabe. Por eso ahora dice que está dispuesto a salir a ganar, a obtener la presidencia, sin dejar de pensar que Pedro Sánchez necesita, como le ocurrió durante tantos años a Felipe González, un interlocutor nacionalista en la Generalitat. Muy complicado. En todo caso, los tripartitos de izquierdas, entre ERC, Comuns y PSC quedan ya muy lejos.