Lo sospechaba y así lo he comentado en alguna ocasión en círculos reducidos: el independentismo (o una parte de él) quiere apropiarse del concepto “catalán”, que, según el diccionario, es el “natural de Cataluña, comunidad autónoma de España” (la segunda parte de la definición solo aparece en el Diccionario de la lengua española de la RAE, mientras se omite en el Diccionari de la llengua catalana del IEC, como es obvio).
Los líderes separatistas llevan tiempo dando señales con aquello de que sus acciones responden a las peticiones y exigencias del poble de Catalunya. Nos meten a todos en el mismo saco. Dicen las cosas sin decirlas. Son muy buenos en el uso del lenguaje. Son muy buenos con la propaganda, hay que reconocerlo. Invierten mucho dinero en ello. Sin embargo, algunos de sus fieles explican las cosas por su nombre, sin tapujos.
De hecho, en los últimos días, ha corrido como la pólvora el mensaje de un catedrático en Twitter que dice así: “Algunos que os llamáis a vosotros mismos ‘catalanes no independentistas’, en realidad no sois catalanes. Sois otra cosa tan respetable como queráis (no hace falta decirlo), pero catalanes no lo sois. Yo diría que lo que sois es españoles residentes en Cataluña”.
Así que ya puedo decir sin miedo a equivocarme que después de apropiarse de la Diada, de los castellers, del pa amb tomàquet y hasta de la Navidad, el separatismo pretende adueñarse del término “catalán”. Es más, tengo muy claro que en una hipotética campaña para repartir carnés de catalanidad, el independentismo argumentaría que el catalán catalán es independentista. Pondrían énfasis en eso del catalán catalán, porque lo de repetir el concepto se estila en el mundo publicitario (el turrón turrón, el pollo pollo, el tío tío…). Y los nacionalistas de las quatre barres y la estrella son los reyes del marketing, como todo el mundo sabe.
Pero todo ello me hace pensar en Jordi Pujol, que en su día ideó la campaña del “Som sis milions”. Pues ni seis, ni cinco, ni cuatro, ni los 7,6 millones que viven ya en Cataluña: si tomamos como referencia las observaciones del referido catedrático, ahora hay unos dos millones de catalanes.
Por cierto, y hablando de los engaños de Pujol, la hambrienta Hacienda se despistó con el fraude económico del expresidente, el mismo que sembró las semillas del gran fraude de nuestros días, el procés. Casi prefería que hubiese prescrito este último. Sería señal de que quedó atrás.