No me gustan los toros, lo siento. Respeto la tauromaquia y me parece que sus furibundos perseguidores son a menudo más bárbaros que quienes disfrutan de ella. El arte de la prohibición, del castigo a la tradición bien regulada, no deja de ser otra suerte de toreo al que muchos se han apuntado con idéntica fruición o incluso mayor que los pocos aficionados a la lidia que aún subsisten a estas alturas del siglo XXI.
Es imposible, sin embargo, ser ajeno a lo que pasó el sábado en Granada, donde el diestro José Tomás se enfrentó a cuatro astados con un éxito de crítica que inundó los titulares del domingo. Poético, estoico y etéreo se podía leer en uno de ellos. A los especialistas parecían agotárseles los calificativos para describir el triunfo del torero. Resultaba interesante repasar en las redes sociales las decenas de videos sobre cómo se jugó la vida ante los animales con un porte y una gallardía indiscutible, incluso para los desconocedores o ajenos.
Más allá de las consideraciones que a cada quien le merezca la corrida granadina, lo cierto es que un solo artista movilizó unos 14 millones de euros para la ciudad. La plaza estaba repleta de visitantes llegados de toda España y de diferentes destinos internacionales. Lo mismo sus hoteles y restaurantes. Incluso aviones privados se desplazaron para ver la faena de un torero que no acostumbra a prodigarse, creando en torno a su figura una aureola de misterio que aún mitifica más cada una de sus actuaciones.
Lo de Tomás me recordó a una figura emergente de los negocios en Cataluña. Se trata de Javier Faus, el abogado que se pasó al mundo de los negocios cuando dio el salto desde el bufete Cuatrecasas al de la intermediación. Si fuera estadounidense, una sociedad menos cainita con el éxito ajeno, todos recordarían cómo ganó el primer millón de dólares, en una operación que le llevó a quedarse el hotel Arts de Barcelona, una de las dos emblemáticas torres junto al mar de la Ciudad Condal, y venderlo más tarde con un suculento pelotazo.
Su capacidad para gestionar el riesgo le llevó a dejar un conservador mundo de la abogacía para asumir otras actividades mucho más inseguras, como la gestión hotelera. La mayor de ellas, y a la vez su principal éxito, es el grupo de fondos de inversión que con el nombre de Meridia ha armado en los últimos años. A su vera ha atraído un heterogéneo grupo de acaudalados inversores de todo el mundo y se ha convertido en una referencia en España por las cifras milmillonarias que moviliza año tras año.
Que Faus es un poco torero lo prueba el hecho de que en un momento de su carrera profesional fuera capaz de enrolarse en el proyecto de Joan Laporta para asaltar aquel Barça de los empresarios del totxo, los Josep Lluís Núñez, Joan Gaspart, Enric Reyna… Formaba parte de la llamada generación Powerpoint, porque así les llamaban sus mayores cuando veían que el propio Laporta, Ferran Soriano, Sandro Rosell, Josep Maria Bartomeu y otros usaban esta herramienta ofimática de manera recurrente en sus presentaciones públicas. Estuvo, peleó, salió, regresó y acabó de vicepresidente económico del Barça. Los números se recuperaron durante su etapa al frente de las finanzas de la entidad deportiva y de no ser por una pequeña cornada que le propinó el astado Lionel Messi a la altura de la entrepierna, hoy seguiría vinculado al club.
Pero si el Barça probó su vocación por la faena torera, la última de sus iniciativas confirma la innata condición de matador del personaje. Javier Faus será en las próximas horas el nuevo presidente del Círculo de Economía, un foro de opinión que es de los más antiguos del país y que, en diferentes épocas, contribuyó en España a superar el franquismo gracias a los tecnócratas del régimen y su convencimiento de apertura económica, a la llegada de la democracia y, más tarde, de la aventura de integración europea.
El abogado y hombre de negocios se pone al frente de la institución en uno de los momentos más convulsos para la política catalana. Lo hace con un discurso propio, de raíz económica. Las opiniones del Círculo siempre han sido respetadas por su profundidad y transversalidad. Ahora, junto con Foment del Treball, son las dos únicas referencias para un mundo económico que huye de la invasión independentista de las organizaciones sociales, cívicas y empresariales. El papel de los dos organismos privados es capital para la conformación de un pensamiento nuevo en un tiempo de puentes rotos y diálogos inacabados.
Faus contó este jueves en Madrid a un restringido grupo de profesionales, banqueros, empresarios y periodistas cuál es su propósito en esta etapa que comienza: convertir el Círculo de Economía en una referencia liberal en España, en el sentido decimonónico del término. Liberalismo sin adjetivos, en estado teórico puro.
Como faro de una Barcelona deprimida y desnortada, la entidad modificará su actual estructura para dar paso a nuevas voces y opiniones. Diez hombres, diez mujeres, paridad inicial y vocacional, y el problema de Cataluña –entre catalanes, con el aparato del Estado, consigo misma…– será una de las preocupaciones principales de este mandato que se inicia.
Ojalá dentro de unos años, cuando concluya su paso por la presidencia del Círculo de Economía, el resultado de sus buenos propósitos tenga una traslación positiva a la vida pública. Sería el mejor síntoma de que el torero Faus es capaz de emular al maestro José Tomás: cortar orejas, rabo, salir a hombros y, lo principal, que gracias a su maestría y esa acreditada especie de valentía y control del riesgo evite que le alcance alguna de las cornadas que seguro se repartirán en la plaza catalana en los próximos tiempos.