Las campañas electorales ya no son lo que eran. Empezamos a acostumbrarnos a que en los periodos de actividad parlamentaria flote en el ambiente un aroma de búsqueda constante del voto por encima de la gestión de las cosas concretas: es la campaña permanente. Y, en paralelo, cuando se convocan las elecciones los partidos se cuidan mucho de hacer una presentación formal de propuestas concretas: cualquiera diría que huyen de la campaña.
El sonido del silencio que creyó percibir Albert Rivera en el debate de RTVE es real, existe. Pero quizá no sea exactamente ese del que él hablaba, ni tampoco solo referido a Pedro Sánchez, quien hubiera preferido eludir los platós, o como mínimo optar por uno en el que Vox le hubiera hecho parte del trabajo. El silencio estaba en el ambiente: el propio Rivera contribuyó limitándose a repetir viejas propuestas. Como Pablo Casado, con tan buena memoria como tablas, pero que en realidad solo memorizaba cifras sobre la salida de la crisis económica que pudiera usar en su provecho.
Tampoco Pablo Iglesias escapó a la tendencia, aunque en su caso sí es cierto que dio noticia: el régimen del 78 ya no es viejuno ni heredero del franquismo. De hecho, la Constitución que lo encarna es el programa electoral de Unidas Podemos en 2019.
Los cuatro, y en los dos debates --el resumen de sus campañas--, tuvieron mucho cuidado a la hora de hacer promesas. Vehemencias, las mínimas; solo para los ataques. Y, sobre todo, para llamar embustero al otro. Porque circulan muchas mentiras, muchas fake news. El célebre proverbio “el hombre es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios” se ha hecho más presente que nunca en la política española.
Puede que sea la influencia de la ola conservadora que representan gentes como Steve Bannon que han puesto en valor el enfrentamiento con los medios de comunicación y el mensaje subyacente de que mienten y manipulan --en España solo adoptado abiertamente por Vox--, pero lo cierto es que se trata de un marketing político que cada vez pesa más en España. Las buenas audiencias de los debates, tanto en los dos canales generalistas como en el caso de TV3, no obedecen al interés por lo que se discutió, ni a que hubiera un brillo especial en alguno de sus participantes. La expectativa solo se vio recompensada por la agresividad de algunos momentos. El espectáculo.
Nuestros líderes huyen del compromiso y la concreción, incluso del debate. ¿Cómo es posible que Pedro Sánchez no aprovechara en el encuentro de Atresmedia la buena noticia conocida ese mismo día de que España sale de la tutela de la UE? Se limitó a una alusión a la reducción del déficit, como hizo Meritxell Batet 24 horas después en TV3.
Todos asumen esa nueva tendencia política, incluso los que ahora no están en campaña. ¿Cuántas declaraciones o pronunciamientos han oído ustedes del candidato mejor situado en las encuestas para ser el próximo alcalde de Barcelona? Los sondeos más tempranos ya situaban en cabeza al anterior candidato de ERC, Alfred Bosch. El partido prescindió del concejal, que había ganado las primarias, y puso en su lugar a Ernest Maragall. Las siguientes encuestas aumentaron la ventaja de los republicanos. ¿Para qué hablar?, debe preguntarse El Tete.