Si se avecina una crisis en el desgobierno de Quim Torra ¿quiere decir que el president gobernará bien a partir de ahora? Silogismos a parte, que en los próximos días se afronte una remodelación del Ejecutivo catalán, lo que en términos políticos se suele denominar “crisis de gobierno” supone una paradoja, pues el gabinete del presidente ungido por Carles Puigdemont siempre ha llevado el gen de su propia autodestrucción.

De hecho, el inicial empeño de nombrar consejeros a los encarcelados por el 1-O ya arrojó señales de las prioridades de Torra, estas son, mucha agitación, poco cumplimiento de ese “mandato salido de las urnas” y nula gestión.

En una enésima cortina de humo secesionista, la extravagancia en la gestión de Torra ha servido para distraer al electorado más irredento de que la “república no existe”, como dijo un mosso d’Esquadra, tan clarividente como revelador de las tensiones internas que ha vivido este cuerpo policial durante el procés. Y a las declaraciones de los mandos como Manel Castellví o Josep Lluís Trapero en el Tribunal Supremo me remito. Los últimos rumores apuntan a que es precisamente en la Consejería de Interior donde suenan aires de cambio. Mal entró, como elefante en cacharrería, y mal podría salir el muy soberanista Miquel Buch de este departamento donde le sustituiría su actual número dos, el sempiterno Brauli Duart, hombre de Francesc Homs y expresidente de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (CCMA) de infausto recuerdo para los trabajadores de TV3 y Catalunya Ràdio. La Fiscalía acaba de abrir una investigación contra Buch por el servicio de escoltas de Puigdemont, lo que puede precipitar su salida de la Generalitat o apuntalarla, pues de este tipo de héroes infractores de la ley está compuesta la cosmogonía secesionista oficial.

Asimismo, al relevo de Elsa Artadi como consejera de Presidencia y portavoz por Meritxell Budó, ya confirmado, se une según algunas fuentes, la marcha de Damià Calvet del departamento de Territorio --mal gestor de los polémicos VTC y peor administrador de vivienda pública--, donde podría ser sustituido por Marta Subirà, actual secretaria general de Medio Ambiente. En cuanto al relevo de la titular de Cultura Laura Borràs, candidata de Junts per Catalunya a las elecciones generales, suena Àngels Torra, actual directora de los Servicios Territoriales de Cultura en Barcelona, exmiembro de UDC y que formó parte de la candidatura de Puigdemont.

Ninguno de estos nuevos nombres son muy conocidos para la opinión pública. Ni lo serán porque, de consumarse su designación, estarían llamados a ser breves, brevísimos en sus cargos, pues esta legislatura está agotada. En el sentido de finiquitada, porque esfuerzo, lo que se dice esfuerzo por gobernar y afrontar los problemas reales de los catalanes, no se ha visto por ningún lado.

De hecho, es muy probable que ni los actuales titulares de las consejerías de Torra resulten familiares al ciudadano medio. Cero empáticos, cero comprometidos con los proyectos de sus respectivos negociados. La sensación de provisionalidad se ha impuesto durante estos diez meses de desgobierno. Tomaron posesión porque otros no pudieron hacerlo. Han sido plato de segunda mesa, los segundones de un Ejecutivo poco resolutivo, entregado a la causa independentista y sometido a las batallas internas entre Junts per Catalunya y ERC. Excusas para no gobernar, las de siempre: o la aplicación del 155 o la falta de presupuesto. Y los que lleguen ahora, podrán utilizar una tercera: un previsible avance de las elecciones catalanas. De los sueldazos que se cobran en este directorio provisional de Torra hablamos otro día.