Una imagen vale más que mil palabras. Y la del presidente de la Generalitat, Quim Torra, saludando a los miembros del anterior Gobierno catalán en el primer día del juicio en el Tribunal Supremo es la representación más fidedigna de la política catalana.
El presidente de la Generalitat, Quim Torra (fondo-2i), saluda a los doce líderes independentistas acusados por el proceso soberanista catalán / EFE
La de un Ejecutivo en que las tensiones y la desconfianza entre los dos partidos que lo conforman es cada vez más acusada. Tanto, que el presidente de ERC, Oriol Junqueras, ha mantenido la vista al frente durante el saludo de Torra. El presidente-activista que, de nuevo, este martes demostró que el segundo atributo le pesa más en su mandato y al que le declina la mirada el líder republicano.
También hizo lo propio el exconsejero de Justicia, Carles Mundó. Otro de los miembros de ERC que goza de mayor aprecio y prestigio dentro de su partido y que dio un paso atrás en el inicio del proceso judicial, previo paso por prisión provisional. Santi Vila miraba hacia el cielo, aunque no se requiere a ningún experto en semiótica o comunicación no verbal para descifrar a uno de los personajes más odiados en ciertos sectores del independentismo. Incómodo en el banquillo, el lado correcto de la historia tal y como reitera Torra.
¿Es este juicio el más importante que se ha celebrado en la historia del Supremo? A nadie se le escapa que la causa del procés es importante. Como mínimo, despierta un interés mediático muy destacado --600 periodistas que han pedido estar presentes en las sesiones-- que no se debería confundir con un interés global equiparable a esta cifra.
La maquinaria del Govern de la Generalitat se ha activado con el objetivo de que el juicio reciba este atributo y se explica como tal a través de todos sus altavoces, aunque en la calle la primera oleada de protestas convocadas han sido más bien tibias. El acto más importante ha sido la movilización ante la Fiscalía Superior de Cataluña donde se han congregado algo más de 200 manifestantes. Han sido desalojados por los Mossos d’Esquadra, que habían realizado un despliegue de unidades muy destacado en la zona.
Y aquí viene otra de las incongruencias del actual momento de procés. La propia Generalitat ha sido la que ha gestionado la dispersión de los independentistas que han acudido a los llamamientos a la movilización.
El mismo Gobierno que ha cerrado este lunes el Parlament (ha eludido un debate sobre la pobreza) y que ha movido del calendario la sesión plenaria prevista para el jueves de la semana próxima para que no colisione con otro paro de país. La huelga general que los secesionistas convocan a través de Intersindical-CSC en que se verá si recuperan o no el músculo en la calle de finales de 2017. ¿Saldrán de nuevo los Mossos esa jornada? La cuestión está en el aire, aunque las últimas actuaciones del cuerpo de seguridad catalán no hacen prever lo contrario.
Torra, ajeno a todo, ha viajado a Madrid. Ha sido recibido en el Supremo en su condición de autoridad, ha saludado a los políticos acusados y ha dejado claro en rueda de prensa después que sin (¿otro?) referéndum de autodeterminación no piensa aprobar los Presupuestos Generales del Estado. Aunque Pedro Sánchez ya trabaje en un adelanto electoral que PNV intenta evitar a toda costa.
En Cataluña, no hay cuentas públicas ni se las espera a corto plazo. Como tampoco se prevé una respuesta del Ejecutivo a la problemática con los Menores No Acompañados (MENA), la falta de médicos que lleva a que se confunda un brote de sarna en un hospital con psoriasis o del conflicto entre patronales que se arrastra desde hace cuatro legislaturas, entre otras cuestiones. El procés aún marca la agenda --y emplea el grueso del tiempo-- del president.