Fue él. Le tocaba. El diputado con mayor edad preside la Mesa del Parlament para la apertura de la legislatura. Ernest Maragall es ahora un diputado en las filas de Esquerra Republicana, un partido que ha buscado en los últimos años a los socialistas que habían discrepado de la dirección de su partido, a socialistas que, de hecho, abrazaron en su momento la causa nacionalista, o que eran ya nacionalistas en las filas del PSC. Y Maragall no defraudó, con un discurso que derivó en una buena muestra, en el síntoma inquietante de un grave problema en la sociedad catalana: la idea de que existe una sociedad que defiende Cataluña y que, después, está el resto, todos los equivocados, todos los que, de buena o de mala fe, no han abierto los ojos frente a la maldad del Estado español.
Las palabras de Ernest Maragall no deberían sorprender. Pero sí parece necesario que se tomen en consideración si, realmente, se desea que la sociedad catalana en su conjunto sepa construir el futuro. Su aseveración según la cual “este país será siempre nuestro”, ¿a qué obedece? ¿A quién pertenece?
El independentismo, el movimiento político principal en Cataluña, se ha ido endureciendo hacia posiciones que se creen las únicas posibles. Se ha revestido de una posición moral con una supuesta premisa: es transversal, es un proyecto político para todos, defendido por todos, que beneficiará a toda la sociedad catalana. El problema es que no es cierto. La cuestión es que se defiende desde un nacionalismo identitario, aunque se quisiera otra cosa. Los resultados de las elecciones del 21D lo han vuelto a corroborar, junto a diferentes encuestas --Gesop las ha mostrado-- que apuntalan una realidad: el movimiento independentista está asociado a la lengua catalana, al origen de padres y abuelos, a los entornos familiares y de amigos, y conectado con el lugar en el que se reside. ¿Lo sabe eso Ernest Maragall, lo asume y, de hecho, lo defiende cuando dice "este país será siempre nuestro"?
Dirigentes nacionalistas del PSC no recuerdan que el derecho a decidir fue un invento de Artur Mas para romper el tripartito
La paradoja es que Ernest Maragall, como síntoma y como muestra de lo que le ha ocurrido a otros dirigentes que dejaron el PSC por no sumarse o bajarse en su momento del carro soberanista, debería estar feliz. El proyecto catalanista que defendió, durante la mayor parte de su vida personal y política, ha sido el que ha ganado de largo. Cataluña ha sido un país equilibrado, con una acción política, con políticas públicas, envidiables en otros territorios. El problema ha aparecido cuando se ha querido doblar la apuesta, con pasos adelante que no estaban justificados.
Ernest Maragall aseguró en su discurso que en 2010 hubo una reacción por la “supervivencia”, con esa idea de que la sentencia del Estatut por parte del Tribunal Constitucional lo condicionó todo, y que esa reacción culminó con el referéndum del 1 de octubre, con una senda para “decidir el futuro”. ¿No recuerda Maragall que quien quiso marcar el rumbo de la política catalana por intereses puramente partidistas fue Artur Mas en 2007 con su apuesta por el "derecho a decidir", que no era nada, o era, precisamente, una llamada a autodeterminarse rompiendo con Espana? ¿No recuerda que aquel intento expresó, justamente, la voluntad de Mas y de CiU de romper el tripartito presidido en ese momento por el socialista José Montilla, por cierto, de su propio partido?
¿No le mueve a la reflexión a Ernest Maragall el resultado electoral en muchos barrios de Barcelona?
Y eso lleva al grave error --porque lo ha sufrido toda la sociedad catalana-- de algunos dirigentes socialistas que llevaron a su partido a seguir jugando una vez más en el terreno que le marcó el nacionalismo de Jordi Pujol desde 1980. ¿Por qué, cuando se lograba un cambio en la Generalitat, en 2003, se decidía centrarlo todo en una reforma del Estatut, que pretendía una reforma constitucional por la puerta de atrás, que lo incendió todo? ¿Era realmente necesario?
Ahora todo eso forma parte de la historia reciente. Pero lo que ha evidenciado Ernest Maragall esta semana es un claro síntoma de cómo el catalanismo se ha hecho daño a sí mismo, sin ver que había tenido un éxito colosal. Porque resulta que ahora uno de los supuestos grandes representantes de ese catalanismo, junto con el expresidente Pasqual Maragall, señala que el país será de los independentistas, y que los demás no tienen cabida, porque, en realidad, trabajan para el enemigo de Cataluña.
“Aquest país será sempre nostre”, resuena en el Parlament. ¿Creen lo mismo todos esos barceloneses --por ejemplo-- que han votado a Ciudadanos en barrios que habían sido durante años auténticos bastiones del PSC? ¿No le mueve a la reflexión a Ernest Maragall que hizo tanto por esos barrios, precisamente, desde el Ayuntamiento de Barcelona cuando trabajaba junto a su hermano, el gran alcalde de la ciudad?