Vayamos a la reflexión, que es lo propio del día de hoy. Mañana Cataluña votará y, sin ponernos solemnes, decidirá sobre cómo será su futuro o, según vote, su presente, dejándolo tal cual está ahora, que no es una posibilidad desdeñable.
Puede vencer el independentismo, se supone que con ERC al frente. Sin cabeza, eso sí, porque su número uno por Barcelona podría resultar el más votado y, paradojas de la situación, no ejercer la presidencia de la Generalitat dada su especial situación jurídico-penitenciaria. Podría ganar la antigua Convergència, disfrazada de un Juntos para Evitar la Catástrofe, pero su cabeza de lista se halla huido a Bruselas y por eso también se quedaría lejos de subirse al podio o ponerse la corona. El soberanismo se alzaría con la victoria y formaría gobierno en la Generalitat, pero sería tan pírrica la victoria y tan menor el liderazgo que casi mejor que gane la CUP, piensan los pocos cuerdos de esos dos partidos nacionalistas más grandes.
Si gana el constitucionalismo puede resultar también catastrófico lo que acontezca, según vayan los recuentos finales de diputados. Veamos: con Inés Arrimadas como vencedora, todo dependerá de la distancia que obtenga con el PSC de Miquel Iceta. Los socialistas se sienten más legitimados para encabezar un gobierno que la líder de Cs porque tienen experiencia y se consideran políticamente más transversales de cara a la obtención de pactos. Querrían gobernar ellos aprovechando esas virtudes, pero según la diferencia en el resultado a favor de Cs eso será difícil de sostener.
A diferencia de lo que acontecía en otras ocasiones, existe riesgo de que este jueves nos enfrentemos a un resultado en el que nadie gane con claridad ni pueda declararse vencedor
Nadie da ganador a los votos al PSC, a Catalunya en Comú, el PP o la CUP. Que eso sucediera sería una sorpresa mayúscula que parece improbable ni con una masiva salida a la luz del llamado voto oculto.
En síntesis, estamos ante un resultado abierto, incierto y que quizá depare sorpresas la noche del jueves. A diferencia de lo que acontecía en otras ocasiones, existe riesgo de que nos enfrentemos a un resultado en el que nadie gane con claridad ni pueda declararse vencedor. Sabemos, eso sí, que unos dirán que ha ganado la democracia indepe y los políticos huidos o presos y otros que se les ha puesto coto y se les ha cortado el paso de una vez. Pero una cosa será la escenificación y los bailoteos de noche electoral para animar a la parroquia y otra diferente y mucho más seria será ver quién puede gobernar o si vamos a unas nuevas elecciones por Semana Santa y el 155 sigue aplicándose sin problemas y con absoluta tranquilidad de la sociedad catalana.