Pasó hace unos años con Endesa y puede suceder, de nuevo, con Abertis. España cuenta con pocas multinacionales que en realidad tengan esa característica internacional. Una de ellas, la empresa de infraestructuras y autopistas Abertis, está hoy más cerca del capital italiano que del español. La OPA lanzada por el grupo Atlantia parece convertirse en la opción más clara para el futuro de una de las joyas de la corona del entramado empresarial del país.
Incluso para los que odian el pago de peajes en las autopistas es mucho más satisfactorio que ese dinero acabe revirtiendo en su entorno, generando empleo y contribuyendo a la actividad productiva más próxima. Que los beneficios de la explotación de las infraestructuras del país acaben saliendo por la frontera nunca es del agrado general. Pero el mercado siempre es soberano salvo que los gobiernos y los reguladores digan lo contrario.
El Gobierno tuvo pánico o debilidad y la operación quedará enterrada antes de nacer
Con este caso ha habido un intento de los gestores de Aena, empresa con una participación pública mayoritaria, para retener a Abertis en territorio español. Tanto una como otra son de aquellas compañías que un gobierno francés o alemán consideraría estratégicas. Todavía nadie ha osado quitarles a los franceses el control sobre sus empresas energéticas, aunque sí se dejaron perder una explotadora de autopistas, Sanef. El intento de Aena no ha prosperado después de estudiar la operación. No tanto por razones empresariales como políticas.
Es una lástima. Que Aena y Abertis hubieran constituido un gigante conjunto con participación pública y privada en su accionariado hubiera reforzado tanto al gestor de los aeropuertos como al grupo de infraestructuras. Su tamaño habría convertido al ente resultante en un conglomerado de tamaño internacional que difícilmente quedaría a la intemperie de la especulación y de eventuales opas. El Gobierno tuvo pánico o debilidad y la operación quedará enterrada antes de nacer. Abertis, muy probablemente, caerá en manos de Atlantia y el número de empresas con centros decisorios en territorio español descenderá no en número sino en calidad. Lo dicho, qué lástima.